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Un hijo maravilloso LGUIEN dijo: «El hijo pisa de pequeño el co– razón de la madre y de mayor le pisa el cora– zón». La maternidad es inmarcesible. Va más allá, mucho más allá, de la mera biología. Ayer lo contaba la prensa: El hijo se llama Al– berto. No estudia ni trabaja. Vive a expensas de su madre. De repente se cansó de las atenciones de su madre y la agredió violentamente apuñalándola en el tórax, la cabeza y los brazos. La madre a punto de desfallecer en el hospital pide a los jueces que perdonen a su hijo: -«Estaba nervioso. Alberto es un hi¡o maravi– lloso, fantástico. Merece todo perdón». Hace años el poeta catalán Jacinto Verda– guer contó un caso semejante. La novia le pidió a su novio, para probar si su amor era cierto, que le traje– ra en la mano el corazón de su madre. El novio se dejó convencer, mató a su propia madre y cuando salía corriendo con el corazón en la mano tropezó en el umbral de la puerta y cayó al suelo. Entonces el corazón de la madre habló: -«¿ Te has hecho daño, hi¡o mío?». Un texto de la Biblia afirma: «La mujer se sal– vará por su maternidad», (1 Tim. 2, 15), interpretada, no en su pura biología, sino en su amplitud psicoló– gica y espiritual, donde cabe todo perdón y toda ge– nerosidad. 25

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