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Lo que usted no ve E L hombre no es un animal de vista baja. Está hecho para mirar de frente, arriba y al cielo. No me hacen gracia las personas que al ha- blar clavan los ojos en el suelo. En las arboledas de 'los «jardines de Pereda» de Santander han puesto su «habitat» miles de pája– ros. En invierno los árboles no tienen hojas, pero tie– nen estorninos. Y es un delicioso espectáculo contemplar a la caída de la tarde las evoluciones de estas aves emi– gratorias; la extraordinaria precisión con que millares de estos pájaros se elevan y descienden en enormes bandadas como si obedecieran a un plan ensayado, al mismo tiempo que acompañan su alado oleaje con penetrantes chillidos. La gente se detiene en las aceras del paseo para seguir con admiración y comentar esta danza de vuelos y revuelos, mirando al cielo. Me gusta ver a la gente sonriente con la mirada en las nubes. Mi– ramos poco al cielo. Hace unos meses un reportaje de televisión, que venía a titularse, poco más o me– nos así: «Lo que usted no ve», paseaba las cámaras por los voladizos de las casas, los balcones, las to– rres, los bellos remates de los edificios... Era una invi– tación a elevar los ojos del roseo cotidiano del asfal– to y las aceras. Gracias a los estorninos una ciudad mira todos los días hacia arriba. Plinio en el libro l O de su «Historia Naturalis» habla de los prodigiosos giros de estas aves, que ya a los antiguos llamaban la atención. 16

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