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¿Por qué no hablan los monos? L famoso antropólogo alemán, Blumenbach, le preguntaron un día: -«¿Por qué los monos, que tanto se parecen al hombre, no hablan?». -«El mono no habla -respondió el doctor– porque no tiene nada que decir». Comentando esta anécdota Giovanni Papini dice que: «No es completamente cierto que los hom– bres cuando hablan tengan siempre algo que decir: basta escuchar gran parte de las conversaciones en tertulias, bares y paseos y los discursos de los políti– cos». Es una gran verdad que el silencio es, en mu– chos momentos, importante para la vida del hombre. Pasear mirando y callado; estar al lado de quien se quiere en silencio; meditar una frase oída; concen– trar el discurso a lo esencial y callar palabrería; de– gustar un vino con mínimas palabras, junto al amigo, envolver al matrimonio en palabras cálidas y silencio fecundo; fundirse en abrazo silencioso; orar sin pala– bras... También hay cosas tan sublimes que no mere– cen rebajarlas con palabras, y verdades tan amar– gas y desagradables, tan crueles, que se deben si– lenciar por un sentimiento de humana compasión. La rana todo lo dice y nada dice, está croan– do todo el día, por eso se hincha. 98

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