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80. propia alma y responde sin saberlo a vuestras íntimas as– piraciones. Un día, Bernardo fué a pedir a Francisco que fuera a pasar la noche siguiente a su casa, dándole a entender al mismo tiempo que .tenia que tomar una grave reso– lución, sobre la que quería consultarle. La alegría de Francisco fué muy grande al adivinar las intenciones de Bernardo. Pasaron la noche sin pen– sar siquiera en descansar; fué una larga comunión de sus almas: Bernardo estaba decidido a distribuir todos sus bienes a los pobres y a unirse a Francisco en su misión apostólica. Este quiso hacerle pasar por una es– pecie de iniciación, mostrándole que lo que practicaba, lo que predicaba, no lo había inventado él, sino que Jesús mismo lo ordena en su Evangelio. Al alba se dirigieron con otro neófito llamado Pedro hacia la iglesia de San Nicolás, y allí, después de haber orado y oído la misa, Francisco tomó del altar los Evan– gelios y leyó a sus compañeros el relato que había deci– dido su propia vocación: las palabras de Jesús al enviar a sus discípulos en misión. -Hermanos -agregó-, he ahí nuestra vida y nues– tra Regla y la de todos los que quieran unirse a nosotros. Id, pues, y haced lo que habéis oído (1). La insistencia con que los Tres Compañeros cuent?,n que Francisco consultó tres veces el libro en honor de la Trinidad, y que el libro se abrió sólo en los versículos concernientes a la vida apostólica, hace creer que tales pasajes fueron, si no aquel día, al menos poco después, la Regla de la nueva asociación. "Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; ¡des– pués ven y sígueme! "Convocando a los doce, les dió poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades; y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar en- (1) La iglesia de San Nicolás ya ne e,:i2te en Asís.

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