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59 fiesta en él con vigor incomparable. Un día, predicaba en una capilla sumergida en obscuridad casi completa, bajo un cielo velado por negras nubes. De golpe aclara, brilla el sol, la luz inunda la iglesia; Joaquín se detiene, saluda al sol, entona el Veni Creator y conduce a su audi– torio fuera de la capilla para contemplar la belleza de la naturaleza. No es nada sorprendente que hacia 1205, Francisco hubiera oído hablar de ese profeta hacia el cual se vol– vían ya algunas almas, de ese anacoreta que, mirando al cielo, hablaba con Jesús como un amigo habla con su amigo, pero que sabía también descender hacia los hom– bres para consolarlos y calentar sobre su pecho la faz de los agonizantes. En el otro extremo de Europa, en plena Alemania, las mismas causas habían producido los mismos efectos; del exceso de los sufrimientos del pueblo y de la desespera– ción de las almas religiosas, nacía un movimiento de misticismo apocalíptico que parece haber tenido secre– tas comunicaciones con aquel que agitaba a la península. Son las mismas ideas sobre el porvenir, la misma es– pera ansiosa de cataclismos nuevos, unida a la perspec– tiva de un rejuvenecimiento de la Iglesia. "Grita con voz fuerte -dice a Isabel de Schoenau (fallecida en 1164), su ángel familiar-, grita a todas las naciones: ¡Desgracia!, porque el mundo entero se ha cubierto de tinieblas. La viña del Señor ha perecido, nadie la cultiva. El Señor ha enviado obreros, pero los ha hallado a todos ociosos. La cabeza de la Iglesia está enferma, sus miembros muertos ... ¡Pastores de mi Igle– sia, dormís, pero os despertaré! Reyes de la tierra, el grito de vuestra iniquidad ha subido hasta mí." "La justicia divina -dice Santa Hildegarda (falle– cida en 1178)- tendrá su hora; la última de las siete épocas simbolizadas por los siete días de la creación ha llegado, los juicios de Dios van a cumplirse; el imperio y el papado, caídos en la impiedad, se desmoronarán juntos. . . Pero sobre sus ruinas aparec.erá un nuevo