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57 de repente con un desconocido; apenas si comprendió algunas palabras de lo que le dijo, ni sabe de dónde venía ni a dónde iba; no volverá a verlo jamás; pero aquellas breves palabras cantan siempre en lo más pro– fundo de su ser, la turban y la inquietan. Así aconteció con Joaquín de Flora. Sus ideas, ex– pandidas aquí y allá por discípulos entusiastas, germi– naron sin ruido en los corazones. Al volver a infundir en los hombres la esperanza, los hizo fuertes otra vez. Pensar es ya obrar; sólo a la sombra de los abetos secu– lares que rodeaban su celda, el cenobita de Fiore traba– jaba por la renovación de la Iglesia con tanto o más vigor que los reformadores que vinieron después de él. Está lejos de alcanzar la elevación de los profetas de Israel; en vez de lanzarse como ellos a cielo abierto, per– manece siempre aferrado al texto, que comenta por el método alegórico y del que hace surgir, gracias a ese pro– cedimiento, las extravagancias más inverosímiles. Algu– nas páginas de esa lectura agotan la paciencia del lector de más buena voluntad; pero sobre aquellos campos es– terilizados por el razonamiento teológico, más quemante que el viento del desierto, en los que al primer momento sólo se ven piedras y abrojos, se da al fin con el oasis encantador y a su sombra el reposo y los sueños. La exégesis de Joaquín de Flora terminaba, en efecto, en una especie de filosofía de la historia, cuyas grandes lineas debían sorprender grandemente a las imaginacio– nes: la vida de la humanidad se divide en tres períodos: en el primero, en que ha reinado el Padre, se vivió bajo el rigpr de la ley; en el segundo, en que reinó el Hijo, se vivió bajo el régimen de la Gracia; en el tercero rei– nará el Espíritu, y se vivirá en la plenitud del Amor. El primero es el de la obediencia servil, el segundo el de la obediencia filial, el tercero el de la libertad. En el primero se ha vivido en el temor; en el segundo se reposa en la fe; en el tercero se· arderá de amor. Uno ha visto brillar las estrellas, el segundo ha visto blanquear la aurora, el tercero verá brillar el día. El primero produjo ortigas,

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