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49 las mismas causas producían por todos lados los mismos efectos; las ideas de reforma, de retorno a la pobreza evangélica se respiraban en el aire; y ello explica la repercusión que la predicación evangélica debía adqui– rir en pocos años en el mundo entero. Si los principios de estos dos hombres fueron idénticos, la continuación de sus vidas diferirá profundamente: Valdo, arrojado en la herejía casi a su pesar, tuvo que deducir las conse– cuencias de las premisas que él había sentado, en tanto que Francisco, hijo sumiso de la Iglesia, puso todos sus esfuerzos en desenvolver, en él y en sus discípulos, la vida del corazón. Además, parece muy probable que por su padre Fran– cisco estaba enterado de las tentativas de los PolYres de Lyón; ello explicaría la frecuencia de sus consejos sobre la sumisión que los hermanos debían guardar respecto del clero. Cuando acudió a solicitar la aprobación de Inocen– cio III, es evidente que los prelados con los que estuvo en .relación, le premunieron contra los peligros de su crea– ción, citándole precisamente el ejemplo de Valdo. Este había acudido a Roma en 1179, con algunos com– pañeros, para solicitar al mismo tiempo la aprobación de su traducción de las Escrituras en lengua vulgar, y per– miso para predicar. Fueron satisfechos ambos pedidos, a condición de obtener para las predicaciones autorización de los curas. Gualterio Map (fallecido en 1210), encar– gado de examinarlos, aunque ridiculizando su simpli– cidad no pudo dejar de admirar su pobreza y su cele para la vida apostólica. · Dos o tres años más tarde, no hallaron ya la misma acogida en Roma, y en 1184 fueron anatematizados por el concilio de Verona. A partir de aquel momento, ya nada les detuvo hasta el establecimiento de una iglesia nueva. Se multiplicaron con una rapidez que apenas si fué sobrepasada por los franciscanos. A fines del siglo XII se había expandido desde Hungría hasta el corazón de ;España. Fué en este país donde se les empezó a acosar

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