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34 ¿Qué ocurrió entonces? Los documentos no lo indi– can. Se limitan a decir que Francisco tuvo una visión que le decidió a retornar a Asís. Se puede pensar que quizás durante la marcha los jóvenes nobles se vengaron sobre el hijo de Bernardone de sus actitudes de futuro príncipe. Son cosas que se perdonan difícilmente a los veinte años. Sea lo que fuere, lo cierto es que Francisco se vió obli– gado a guardar cama. La fiebre lo devoraba; en algunas había visto el desvanecimiento de todos sus sueños. Al día siguiente tuvo que tomar el camino de Asís. Retorno tan inesperado causó gran sensación en la pequeña ciudad y fué una cruel decepción para sus pa– dres. Eh cuanto a él, redobló su caridad hacia los po– bres y se mantuvo alejado de todo el mundo; pero bien pronto llegaron a buscarle de todas partes sus antiguos compañeros, esperando encontrar en él al infatigable proveedor de sus dispendiosas fiestas. Francisco no se re– sistió. Sin embargo Francisco había cambiado profunda– mente. Ni los placeres, ni el trabajo, podían retenerle por mucho tiempo¡ pasaba mucha parte del día errando por los campos, acompañado a veces de un amigo muy dife– rente de los que hasta ahora hemos visto a su alrededor. No se conoce su nombre; pero según ciertos indicios pa– rece que fué el futuro hermano Elías. Francisco reinició las reflexiones de su convales– cencia, pero con menos amargura. Su corazón y su amigo coincidían en repetirle que no hay por qué creer en el placer, ni en la gloria, y que es posible hallar causas dignas a las que consagrar la propia vida. Fué en este momento de su vida en que debió despertarse en él el pensamiento religioso. Desde que descubrió esta senda inesperada, quiso aventurarse en ella con la fogosa im– petuosidad que ponía en todo lo que emprendía. Iba constantemente en busca de su confidente y se iba en su compañía por sitios solitarios. Pero los combates interiores son inefables: se lucha

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