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324 Un hermano leyó el evangelio del Jueves Santo: Ante diem festum Paschre: "Antes de la fiesta de Pascua, Jesús, sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó también hasta el fin". El sol acababa de dorar con sus últimos rayos la cima de las montañas, reinó el silencio alrededor del mori– bundo. Todo iba a ser consumado. El ángel de la libe– ración podía llegar. Entonces solicitó de los hermanos que entonaran la oración de David refugiado en la caverna: ·· Con mi voz clamaré al Eterno, con mi voz pediré al S-eñor misericordia. Delante de él derramaré mi querella; delante de él denunciaré mi angustia. Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba, me tendieron un lazo. Miraba a la mano derecha, y observaba; mas no había quién me conociese; no tuve refugio, no había quién volviese por mi vida. Clamé a ti, oh Señor; dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de los vivientes. Escucha mi clamor, que estoy muy afligido; líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearán los justos, porque tú me serás propicio! Durante el canto se percibió el murmurio de su voz uniéndose a las de sus hermanos, de sus hijos. A través de las estancias del poema sagrado había repasado .su vida, sus angustias y por ella también recordaba al Padre Celeste. las eternas promesas de su divino amor.

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