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320 precio de su trabajo sino por dar buen ejemplo y huir de la ociosidad. Y ·en el caso que no se nos diera remuneración por nuestro trabajo, recurrimos a la mesa del Señor, pidiendo li– mosna de puerta en puerta. El Señor me reveló el saludo que debíamos usar: Dios os dé la paz. Que los hermanos tengan gran cuidado de no recibir igle– sias, habitaciones y todo que se construya para ellos, sino como conviene a la santa pobreza de la que hemos hecho voto en la Regla, y que no reciban hospitalidad más que como extraños y viajeros. Prohibo absolutamente, por obediencia, a todos los herma– nos, en cualquier parte donde se hallen, solicitar bula alguna a la corte de Roma, sea directa o indirectamente, para igle– sias o conventos, o so pretexto de predicaciones, ni siquiera para su protección personal. Cada vez que no sean recibidos en cualquier lugar, que vayan a hacer penitencia en otra loca– lidad con la bendición de Dios. Y con todas mis fuerzas quiero obedecer al ministro ge– neral de esta fraternidad y al guardián que le plazca darme. Quiero ponerme por entero entre sus manos, no ir a ninguna parte y nada hacer contra su voluntad, porque es mi señor. Y aunque soy simple y enfermo quiero, sin embargo, tener siempre un clérigo que me haga el oficio, como está estable– cido en la Regla. Y que todos los otros hermanos se sientan obligados a obe– decer a sus guardianes y a cumplir el oficio según la Regla. Y si ocurriera que hubiesen algunos que no cumplieran el oficio según la Regla, o bien que no fueran católicos, que todos los hermanos, en cualquier parte donde estén, se sientan obligados por obediencia, en cualquier lugar donde hallaren uno, a pre– sentarlo al custodio más cercano. Que el custodio esté absolu– tamente obligado por obediencia a ponerlo bajo guardia segura, de manera que no pueda escapar de sus manos hasta que lo ponga personalmente entre las manos del ministro. Y que el ministro se sienta obligado por obediencia a enviarlo por her– manos capaces de guardarlo noche y día como un prisionero hasta que lo hayan entregado al señor obispo de Ostia, que es el señor, protector y corrector de toda la fraternidad (1). (1) Se ve que no se trata más que de la herejía. Los hermanos acu– sados de hercJes debían ser entregados a la Iglesia.

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