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319 me dió tal fe por las iglesias que yo me arrodillaba con sim– plicidad, y decía como .oración: Os adoramos, Señor Jesús– Cristo, aquí y en todas vuestras iglesias que están por todo el mundo, y os bendecimos por haber rescatado el mundo por vuestra santa cruz. Luego el Señor me dió y me da fe tan grande en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana, a causa de su carácter sacerdotal, que, aunque ellos me persi– guiesen, he de recurrir a ellos. Y aunque llegase yo a tener toda la sabiduría que tuvo Salomón cuando me acontezca hallar pobres sacerdotes seculares, predicaré en sus parroquias sólo con su consentimiento. Quiero temerles, a ellos y a los otros (los que no tienen parroquias), amarles y honrarles como a mis señores. No quiero eonsiderar sus pecados, porque en ellos discierno al Hijo de Dios, y son mis señores. Lo hago porque nada veo, nada percibo aqui abajo, corporalmente del muy alto Hijo de Dios, a no ser su muy santo cuerpo y su sangre que ellos reciben y cuyos únicos ministros son. Quiero honrar y venerar por encima de todo esos muy santos misterios, y co– locar las santas especias en preciosos tabernáculos. En cual– quier parte donde pueda hallar los nombres muy santos de Dios o de trozos de su palabra en lugares indecentes, quiero quitarles de allí, y ruego que se les quite para colocarlos en algún lugar honesto. Y después que el Señor me concedió hermanos, nadie me indicó lo que yo debía hacer; el Muy Alto mismo me reveló que debía vivir según la regla del santo Evangelio. Y la hizo poner por escrito breve y simplemente; y el señor Papa me la con– firmó. Los que se presentaban para abrazar este género de vida distribuían a los pobres todo lo que podían tener. Se conten– taban con una sola túnica, a la que podían agregar por debajo o encima algunas piezas. Teníamos también una cuerda y · bragas, y no queríamos nada más. En cuanto al oficio, nosotros clérigos, nos conformábamos al uso de los otros clérigos, y los laicos decían el Pater noster. Nos gustaba quedarnos en las iglesias pobres y abandona– das, y éramos gentes simples sometidas a todos. Yo trabajaba con mis manos y así quiero continuar, y también deseo que todos los otros hermanos vivan de una labor honesta. Que los que no poseen Qficio aprendan uno, no con objeto de recibir el

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