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316 La génesis de su pensamiento se muestra a la vez divina y personal. La conciencia individual proclama en el testamento a la vez su soberana autoridad y su res– ponsabilidad: "Nadie me señaló lo que yo debía hacer, el Muy Alto sólo me reveló que debía vivir según la regla del santo Evangelio". Cuando se hace esa experiencia, la sumisión a la Igle– sia pierde ciertos caracteres que almas perezosas o ser– viles están siempre demasiado dispuestas a atribuirla: se hace activa y viviente. · No es ya la aceptación maquinal -tanto más meri– toria cuanto más ciega- de órdenes que no se pueden sondar, ni comprender; es la adhesión franca y alegre, en plena luz, en plena posesión de sí mismo, a una auto– ridad visible, y que, como todas las autoridades visibles, no podría ser absoluta. Esa autoridad está por encima de la conciencia in– dividual, y, sin embargo, proviene de ella, y no puede hacerse oír eficazmente sin haber sido reconocida y acep– tada por ella. La sumisión a la Iglesia se reduce, pues, a una obe– diencia filial. ltaque jam non est servus sed filius (1). El amor de un hijo por sus padres nada tiene que se pa– rezca a la actitud del esclavo, y la fe que tiene en ellos no le impide comprobar que envejecen y que todas sus facultades pueden eclipsarse. "¡Oh, sí! -exclama el bienaventurado Angelo Cla– reno-, San Francisco ha prometido obedecer al Papa y a sus sucesores, pero éstos no pueden ni deben ordenar algo que sea contrario al alma o a la Regla" (2). Para Clareno como para todos los franciscanos espi– rituales, cuando se establece conflicto entre lo que ordena la voz interior de Dios y lo que puede ordenar el mismo (1) Epístola de San Pablo a los Galatas, 4, 7: "Así que ya no eres más siervo, sino hijo". (2) Promittit Franciscus obecUentiam ... papee ... et successoribus., qui non possunt neo debent eis prrecipere aliquicZ quod sit contra animam et regulam.

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