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304 dugo para golpear y castigar como los gobernadores po– líticos. Las quejas de Francisco se hacían tan vivas y tan amargas que, para evitar el escándalo, se ponía gran prudencia en permitir que se le aproximaran personas y hermanos. El desorden era general y cada día traía su motlvo de tristeza. La confusión arrojada en las ideas sobre la práctica de la Regla era extrema; las influencias ocultas, que obraban desde hacía algunos años, habían llegado a velar el ideal franciscano, no solamente para los herma– nos distantes o nuevos, sino hasta para algunos que ha– bían vivido en la intimidad del fundador. En medio de estas circunstancias Francisco dictó a todos los miembros de la Orden la carta que, en su pen– samiento, estaba destinada a ser leída en la apertura de los capítulos y a perpetuar en ellos su presencia es– piritual. Se manifiesta en ella perfectamente fiel a sí mismo; como en el pasado, quiere obligar a los hermanos no por reproches sino dirigiendo sus miradas hacia la santidad perfecta. "A todos los venerados y muy amados Hermanos Me– nores, al hermano A... , ministro genernl, su Señor, y a los otros ministros generales que estarán cerca suyo, y a todos los ministros, a los custodios y a los sacerdotes de esta fraternidad, humildes en Cristo, y a todos los hermanos simples y obedientes, a los más antiguos y a los más recientes, hermano Francisco, hombre vil y ca– duco, vuestro pequeño servidor, ¡salud! "Escuchad, señores míos, vosotros que sois mis hijos y mis hermanos, prestad oído a mis palabras. Abrid vuestros corazones, y obedeced a la voz del Hijo de Dios. Guardad con todo vuestro corazón sus mandamientos y observad perfectamente sus consejos. Alabadle porque es bueno y glorificadle por vuestras obras. "Dios os ha enviado por todo el mundo, a fin que por la palabra y por el ejemplo diéraJ.s testimonio de él, y

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