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301 Durante las últimas semanas, todos sus suspiros fue– ron notados. La desaparición irreparable de gran parte de la leyenda de los Tres Compañeros, nos priva, sin duda, de algunos relatos conmovedores, pero la mayor parte de los rasgos nos han sido conservados en docu– mentos de segunda mano. Cuatro hermanos fueron especialmente encargados de su cuidado: León, Angel, Rufino y Masseo. Ya los conocemos: eran sus íntimos de los primeros días que consideraron el evangelio franciscano como un llamado al amor y a la libertad. Así empezaban también ellos a quejarse de todos y de todo. Un día, uno de ellos dijo al enfermo: -Padre, partiréis, y nos abandonaréis; indicadnos, pues, si lo conocéis, a aquel que podría encargarse, con toda seguridad, del fardo del generalato. ¡Ay! Francisco no conocía al hermano ideal capaz de asumir semejante tarea, pero aprovechó la pregunta para bosquejar el retrato del ministro general perfecto. Tenemos, por así decir, dos copias de ese retrato, la que ha sido retocada por Celano, y la prueba original, mucho más corta y más vaga, pero que nos muestra a Francisco no deseando para su sucesor más que una sola arma: un inalterable amor. Fué seguramente esa pregunta lo que le sugirió la idea de dejar para sus sucesores, los generales de la Orden, una carta que se transmitirían, y en la que ha– llarían, no indicaciones para casos particulares, sino la inspiración misma de su actividad. "Al Reverendo Padre en Cristo N... , Ministro Gene– ral de toda la Orden de los Hermanos Menores. Que Dios te guarde y te mantenga en su santo amor. "La paciencia en todo y siempre, es lo que te reco– miendo esencialmente, hermano mío. Aunque se te haga oposición, aunque se te golpee, debes quedar reconocido por ello y desear que así sea y no de otro modo." " ... En esto se manifestará tu amor por Dios, y por mí, su servidor y tuyo, si no hay un solo hermano en

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