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CAPITULO XX EL ULTIMO A~O (SEPTmMBRE DE 1225- FIN DE SEPTmMBRE DE 1226) ¿Qué pensó Hugolino cuando se le contó que Fran– cisco quería enviar a sus hermanos transformados en Joculatores Domini, a cantar por todas partes el Cántico del hermano sol? Tal vez no lo supo jamás. Su protegido se decidió por fin a aceptar su invitación y salió de San Damián en el mes de septiembre. El paisaje que se ofrece al viajero al llegar a Asís, cuando desemboca de golpe en el llano de Rieti, es uno de los más bellos de Europa. A partir de Terni, el camino sigue el sinuoso curso del Velino, pasa no lejos de las famosas cascadas cuyas nubes de espuma son bien vi– sibles, avanza luego en los desfiladeros en cuyo fondo el torrente corre con estruendo espantoso, embarazado a veces por una vegetación tan frondosa como la de una selva virgen. De todos lados surgen paredes de roca per– pendiculares, y en sus cimas, a algunos centenares de metros por encima de vuestras cabezas, se ven fortalezas feudales, entre otras el castillo de Miranda, más vertigi– noso, más fantástico que los imaginados por Gustavo Doré. Después de cuatro horas de marcha, el panorama cam– bia de golpe, encontrándonos sin transición en un gran valle brillante de luz. Rieti, la única ciudad edificada en aquel llano de algunas leguas,, emerge en· la otra extremidad con sus torres y sus campanarios, dominada por colinas de as– pecto completamente meridional, detrás de las cuales se levantan las masas del Apenino, casi siempre cubierto de nieve, ·

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