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287 En Borgo San Sepolcro se le hizo una verdadera ova– ción, sin que volviera en sí; luego, cuando ya estaba lejos de esa ciudad, como si se despertara de golpe, Francisco preguntó a su compañero si llegarían pronto a ella. La primera noche pasada en Monte Casale fué seña– lada por un milagro. Francisco curó a un hermano que era poseso. A la mañana siguiente, habiendo decidido pasar algunos días en esa ermita, envió a sus hermanos al Alverno y devolvió el caballo al conde Orlando. En uno de los pueblos que habían cruzado la víspera, una mujer estaba desde hacía algunos días entre la vida y la muerte, no consiguiendo dar a luz. Sus familiares se enteraron del paso del santo por el pueblo, cuando ya era demasiado tarde para alcanzarlo. Fué grande la alegría de aquellas pobres gentes cuando supieron que el santo pasaría de vuelta. Grande fué su decepción cuando al salir al encuentro de Francisco, sólo se encontraron con algunos de sus hermanos. De repente, a uno se le ocurrió una idea: tomaron las bridas del caballo santificado por el contacto de las manos de Francisco, las llevaron a la enferma, las colocaron sobre su vientre y de inmediato dió a luz sin sufrimiento alguno. Este milagro, establecido por relatos completamente autorizados, muestran a qué grado se elevaba el entu– siasmo que la persona de Francisco provocaba entre el pueblo. Después de algunos días pasados en Monte Casale, Francisco partió con el hermano León para Citta di Cas– tello. Aquí curó a una mujer atacada de horribles tras– tornos nerviosos, y permaneció un mes predicando en esa ciudad y sus alrededores. Cuando ·continuó su marcha ya estaba cerca el in– vierno. Un campesino le prestó un asno, pero los caminos eran tan intransitables que les fué imposible llegar por la noche a un albergue cualquiera. Los pobres viajeros debieron pasar la noche bajo una roca; el abrigo era más que rudimentario, penetraba en él la nieve llevada por el viento y el desgraciado campesino se helaba, profirien-