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281 Orlando (1), que ya se había presentado para desearles la bienvenida y ofrecerles sus servicios, había hecho arre– glar, a pedido de Francisco, apresuradamente una choza de ramas al pie de una gran encina. Allí dispuso quedar, a distancia de una pedrada de las celdas habitadas por sus compañeros. El hermano León se encargó de apor– tarle diariar:µente todo lo que hubiera menester. Se retiró en seguida a su choza después de esa con– versación memorable, pero algunos días después, moles– tado, sin duda, por la piadosa curiosidad de sus hermanos, que espiaban todos sus movimientos, se entró más en los bosques, y comenzó en la selva, el día de la Asunción, la cuaresma que quería celebrar en honor del arcángel San Miguel y de la milicia celeste. El genio tiene su pudor como el amor. El poeta, el artista, el santo, tienen necesidad de estar solos cuando el Espíritu los agita. Todo esfuerzo de pensamiento, de imaginación o de voluntad es up.a oración; no se ora en público. Desgraciado del hombre que no tiene en el fondo del corazón algunos de esos secretos que no se dicen, porque no pueden decirse, y porque, si los dijera, no podrían comprenderse. ¡Secretum Meum Mihi! Jesús lo sintió bien: las embriagueces del Tabor son cortas; no deben contarse. Ante esos misterios del alma, los materialistas y los devotos coinciden en reclamar una precisión en las cosas que menos la comportan. El creyente pregunta en qué rincón del Alverno Fran– cisco recibió los estigmas; si el serafín que se le apareció fué Jesús o un espíritu celeste; lo que le dijo al impri– mirle los estigmas, y no comprende esa hora en que Fran– cisco desfalleció de dolor y de amor, como no la com– prende el materialista que quiere ver con sus ojos y tocar con sus propias manos. las llagas abiertas. Tratemos de evitar esqs excesos. Escuchemos lo que (1) Las ruinas del castillo de Chuisi están muy cerca del Alverno.

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