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279 se expanden en número fantástico deliciosos y endebles ciclámenes. Quiso retornar a aquel sitio después del capítulo . de 1224. Esta reunión, realizada a comienzos de junio, fué la última a la que asistió. Se entregó la nueva Regla a los ministros, se decidió la misión a Inglaterra. En los primeros días de agosto Francisco se encaminó hacia el Alverno. Le acompañaron tres hermanos: Mas– seo, Angel y León. El primero se encargó de dirigir la marcha y de evitar a sus compañeros toda otra preocu– pación que no fuera orar. Caminaban hacía dos días cuando tuvieron que proveerse de un asno para Francisco, demasiado debilitado para poder seguir el camino a pie. Los hermanos, al solicitar ese favor, no ocultaron el nom– bre de su Maestro, de manera que el campesino a quien pidieron el asno se hizo un deber de conducir en persona a la bestia. Después de cierto tiempo de marcha, preguntó a Fran– cisco: -¿Es verdad que sois el hermano Francisco de Asís? Pues bien -agregó ante su respuesta afirmativa-, apli– cáos a ser tan bueno como las gentes dicen que sois, a fin de que no queden burlados en sus esperanzas: es un consejo que me permito daros. En seguida Francisco descendió del asno y, proster– nándose ante el campesino, le dió las gracias con efusión. Llegaron las horas más calurosas del día. El campe– sino, fatigado en demasía, olvidaba poco a poco su :sor– presa y su alegría: Por caminar al lado de un santo no se deja de sentir menos los ardores de la sed. Comen– zaba a arrepentirse de su bondad, cuando Francisco le designó con el dedo una fuente desconocida hasta aquel momento y que no volvió a verse más. Al fin llegaron al pie del último escarpado. Antes de trepar a él, se detuvieron para descansar un poco bajo una gran encina, y en seguida bandadas de pájaros acu– dieron a demostrar su alegría con sus cantos y sus ale-

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