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CAPITULO XVIII LOS ESTIGMAS (12 2 4) El valle superior del Arno forma, en el centro mismo de Italia, un país aparte, el Casentino, que durante siglos ha vivido su vida propia, un poco como una isla en medio del océano. El río sale hacia el sud por un estrecho des– filadero, y por todos los otros lados el Apenino la encierra con una cintura de montañas inaccesibles (1). El llano, de unas diez leguas de diámetro, está alegrado por hermo– sos pueblos y aldeas, bien plantados sobre montículos, al pie de los cuales pasa el río: allí están Bibbiena, Poppi, la antigua Romena cantada por Dante, más arriba los Camaldules, y sobre una cresta, Chiusi, antigua capital del país, con las ruinas del castillo del conde Orlando. La población es amable y fina: las montañas las man– tuvieron al abrigo de las guerras, y no se ve por todas partes más que los signos de trabajo, de comodidad, de dulce alegría. Uno se cree a cada instante transpor– tado al valle del Vivarias o de la Provenza. A orillas del Arno la vegetación es completamente meridional: el olivo, el moral y la vid. Sobre las primeras laderas cam– pos de trigo cortados por praderas; después vienen los castaños y las encinas; aún más arriba el pino, el picea, el alerce y por último la roca desnuda. .Entre todas las cimas una hay que atrae particular– mente la atención; en vez de tener una cima redonda y como comprimida, se eleva esbelta, arrogante, aislada: es el Alverno (2). (1) Los cuellos que conducen al Casentino tienen alrededor de mil metros de altura. Hasta estos últimos años no existía en ellos ningún camino propiamente dicho. (2) En Francia el monte Aiguil!e (aguja), una de las siete mara-

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