BCCCAP00000000000000000000793

24 La instrucción de Francisco no llegó muy lejos; la escuela se cobijaba a la sombra de la iglesia. Sus maes– tros fueron los sacerdotes de San Jorge, que le enseña– ron un poco de latín. El latín fué una lengua corriente en la Umbría hasta mediados del siglo XIII; todo el mundo la comprendía y la hablaba un poco, y en tiempos de Francisco era la lengua de los sermones y de las de– liberaciones políticas. Aprendió también a escribir, pero con menos éxito: durante toda su vida se le vió tornar la pluma sólo en raras ocasiones para algunas palabras únicamente. El autógrafo del Sacro Convento, seguramente auténtico, revela mucha torpeza; casi siempre dictaba, y se limitaba a firmar sus cartas con una simple T, símbolo de la cruz de Jesús. La parte de st¡. instrucción que iba a tener más in– fluencia sobre su vida fué el francés, que se hablaba tal vez en su farnilia. Se ha dicho con razón que conocer dos lenguas es tener dos almas: al aprender el francés, Fran– cisco sintió que su corazón vibraba a los acentos de la joven poesía francesa, y su imaginación misteriosa to– cada soñaba ya con imitar las hazañas de los caballeros franceses.· Pero no nos adelantemos. Su vida fué, corno se comprende, la de todos los otros niños de su edad. El barrio de Asís en que se encuentra la casa que se señala como la suya, por sus callejuelas estrechas, es L"titransitable para coches o carros, y desde la mañana a la tarde aquellos callejones eran el dominio incontestado de los niños. Allí se divierten en grupos nu– merosos, retozan con encanto exquisito, muy diferentes de los pequeños romanos que, desde sus seis o siete años se acurrucan, durante horas, detrás de una columna, con– tra una pared o entre las ruinas, para jugar a los dados o a la "murra", poniendo en sus juegos, en cierta me– dida, pasión y encono. En Umbría, como en Toscana, los niños prefieren las

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz