BCCCAP00000000000000000000793

22 que es hoy. Gran parte de su tiempo lo pasaban en via– jes para proveerse de sus merc,aderías. Esos viajes eran verdaderas expediciones. Los cami– nos eran muy poco seguros, y se necesitaba una buena escolta para acudir a aquellas ferias famosas, en que du– rante semanas se reunían mercaderes que acudían desde los puntos más distantes de Europa. En ciertas ciuda– des, Montpellier, por ejemplo, la feria era continua; Ben– jamín de Tudela nos muestra esa ciudad frecuentada por todas las naciones cristianas y mahometanas: "Acu– den a ella negociantes de Africa, de Italia, de Egipto, de Palestina, de Grecia, de Galia, de España y de Inglaterra, de manera que se encuentran en ellas gentes de todas las lenguas con genoveses y pisanos". Entre todos aquellos mercaderes, los más ricos eran los que hacían el· tráfico de tejidos. Eran al pie de la letra los banqueros de su tiempo, y sus pesados carrua– jes transportaban frecuentemente las sumas recaudadas por los Papas. en Inglaterra y en Francia. Su paso era uno de los acontecimientos de la vida de castillo; se les retenía durante largo tiempo y se les pedía toda clase de noticias. Es fácil comprender que esta clase de relaciones acercaba grandemente los mercaderes a la nobleza, y así en ciertas regiones, por ejemplo en la Pro– venza, los mercaderes eran considerados como nobles de segundo grado. Bernardone realizaba con frecuencia esos largos via– jes; iba a Francia, debiéndose entender la Francia sep– tentrional y sobre todo la Champagne, en donde se rea– lizaban los intercambios comerciales entre el norte y el mediodía de Europa. En Francia se encontraba precisamente cuando nació su hijo. La madre, sobre las fuentes bautismales de San Rufino, le había hecho dar el nombre de Juan, pero su padre al volver quiso llamarle Francisco. ¿ Tenía ya ideas precisas sobre la educación que quería darle? ¿Le llamó así porque quería educarlo a la francesa

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz