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232 saba el hermano, se habrían cuidado mucho de hacer buenas migas con los Bernardone, y he ahí que ahora me veo obligado a seguir a pie a su hijo". Júzguese de su extrañeza cuando oyó a Francisco de– cirle, mientras se desmontaba del asnó: -Ocupa pronto mi sitio: es muy inconveniente que me sigas a pie, tú que de.sciendes de familia noble y poderosa. El pobre Leonardo, muy confuso, se arrojó a sus pies, implorando su perdón. Apenas llegado a Bolonia, Francisco se vió obligado a obrar severamente contra los rebeldes. Se recuerda que la Orden no debía poseer nada, ni directa ni indirecta– mente. Los monasterios dados a los hermanos no se con– vertían en sus propiedades; desde que los propietarios o cualesquiera otras personas los reclamaban había que ce– derlas sin la menor resistencia; pues bien, al acercarse a Bolonia se enteró de la- construcción de una casa que se llamaba ya la casa de los Hermanos. Ordenó su eva– cuación inmediata, sin hacer excepción siquiera con los enfermos que se encontraban en ella. Los Hermanos se vieron precisados a recurrir a Hugolino_, que se encon– traba justamente en la misma ciudad, a la que había acudido para asistir a la consagración de Nuestra Señora de Reno: explicó largamente a Francisco que aquella casa no pertenecía a la Orden, sino a él, porque era su propietario por actos públicos legales: terminó por con– vencerle. La piedad de los boloñeses reservaba a Francisco una acogida entusiasta cuyo eco ha llegado hasta nosotros: "Yo estudiaba en Bolonia, yo Tomás de Spalato, ar– chidiácono de la iglesia catedral de esta ciudad, cuando en el año 1220, el día de la Asunción, vi a San Francisco que predicaba sobre la plaza del Palacio ante casi todas las gentes de la ciudad. El tema de su discurso fué el siguiente: los ángeles, los hombres, los demonios. Habló con tanta justeza y elocuencia que muchas gentes ins– truídas que estaban presentes se fueron llenas de admi-

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