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225 de la ciudad que los vencedores hallaron llena de monto– nes de cadáveres, las querellas por la partición del botín, la venta de los desgraciados que se habían salvado de la peste, todas aquellas escenas de terror, de crueldad, de avidez, le causaron profundo horror. La bestia humana se mostraba desenfrenada, y la voz del apóstol no podía ha– cerse oír en medio de aquellos clamores salvajes, así como la de un salvador no puede oírse sobre un océano en bo– rrasca. Partió para Siria y los Lugares Santos. ¡Qué grato sería poder seguirle en ese peregrinaje, acompañarle por el pensamiento eh Judea y en Galilea, en Belén, en Na– zareth, en Getsemaní! ¿Qué le dijo el establo en que nació el hijo de María, el taller donde trabajó, el bos– que de olivos donde se inmoló? ¡Ay!, los documentos nos abandonan de repente por completo. Partido de Damieta pocos días después de terminado el sitio (5 de noviembre de 1219), habrá podido fácilmente hallarse en Belén para Navidad. Pero nada sabemos, absolutamente nada, sino que su estada se prolongó mucho más de lo que se es– peraba. Hermanos que habían asistido, en la Porciúncula, al capítulo geúeral de 1220 (Pentecostés del 17 de mayo), tuvieron tiempo de ir a Siria y encontrarse allí con Francisco; pudieron arribar a fines de junio. ¿ Qué hizo Francisco durante esos ocho meses? ¿Por qué no fué a presidir el capítulo? ¿Estuvo enfermo? ¿Se retardó en alguna misión? Las informaciones que poseemos son d.emasiado escasas para que ni siquiera permitan formu– lar conjeturas. Cuenta Angel Clareno que el Sudán de Egipto, con– movido por sus predicaciones, ordenó que él y todos sus hermanos tuvieran libre entrada al Santo Sepulcro, sin tener que pagar tributo alguno. Bartolomé de Pisa, por su parte, dice incidentalmente, que Francisco, habiendo ido a predicar a Antioquía y sus alrededores, los Benedictinos de la abadía de la Montaña Negra, a poco más de doce kilómetros de esta ciudad,
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