BCCCAP00000000000000000000793

214 dado en Francisco al ángel de todas sus esperanzas, y que se mostraba tan ávido de reliquias, ni siquiera pensó en levantar el cadáver del fundador de la Orden de los Her– manos Predicadores, y le dejó esperar doce años las glorias de la canonización (1). Ya hemos señalado las tentativas del cardenal Hu– golino para reunir las dos Ordenes, y las razones que tenía para ello. Asistió al capítulo general de la Pentecostés, reunido en la Porciúncula (3 de junio 1218), al que tam– bién asistió Santo Domingo con algunos de los suyos. El ceremonial de esas solemnidades parece haber sido poco más o menos el mismo desde 1216: los Hermanos Me– nores asistían procesionalmente al encuentro del carde– nal, que descendía en seguida de su cabalgadura y les prodigaba todas las manifestaciones de su afecto. Se le– vantaba un altar al aire libre, en el que se cantaba la misa, y Francisco llenaba las funciones de diácono. Es fácil im~ginarse la emoción que se apoderaba de los asistentes, cuando prorrumpía, en aquel cuadro de paisaje umbriano, el oficio de la Pentecostés, el más em– briagador, el más apocalíptico de la liturgia católica: ¿no encerraba todo el sueño franciscano la antífona Alleluia, Alleluia, Emitte Spiritum tuum et creabuntur, et renova– bis faciem terree, Alleluia (2). Pero lo que sobre todo maravilló a Domingo fué la ausencia de preocupaciones materiales. Francisco había recomendado a sus hermanos no inquietarse de nada en lo que atañe a comer y beber; sabía por experiencia que podía sin temor confiar en el amor de las poblaciones ve– cinas. Esa despreocupación sorprendió vivamente a Do– mingo, que la hallaba exagerada; se tranquilizó, cuando llegó la hora de almorzar, al ver a los habitantes de la región acudir en masa, trayendo más provisiones de las que eran necesarias para los miles de hermanos reunidos, y honrándose en servirles. (1) Francisco muere en 1226 y es canonizado en 1228; Antonio de Padua, 1231 y 1233; Isabel de Turingia, 1231 y 1235; Domingo, 1221 y 1234. (2) Derrama, Señor, tu Espíritu, y todo será creado, y tú renovarás la faz de la tierra.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz