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18 Bartolomé de Pisa, Renán y otros, según los cuales Francisco fue "otro Cristo en la tierra" -lo que tiene se fundamento ortodoxo-, sino la de sostener que el Poverello fue un hombre que encamó y vivió el ideario evangélico del Sermón de la Montaña de tal manera, que su forma de ser y proceder fue contrario y reñido con los afanes dema– siado temporales de la Corte Pontificia. La tenaz aversión antiromana del teólogo calvinista se manifiesta de forma cruda en las primeras edi– ciones del libro. Para Sabatier san Francisco fue el profeta por exce– lencia que nada debió a la escuela ni a la Iglesia de su tiempo. "Cuan– do el Señor me dio hermanos, nadie me mostraba qué debía hacer... " escribe Francisco en su Testamento. Este texto le sirve a Sabatier para presentar al Poverello como un hombre liberal y liberado, contra la ti– ranía de Roma; inspirado en el evangelio en contraposición a la tradi– ción convencional; seguidor de la ley del espíritu por encima del dere– cho eclesiástico; profeta denunciador, en oposición al sacerdocio mi– nisterial. El santo aparece como víctima de un poder absolutista, tanto en lo temporal como en lo espiritual, representado por los papas Ino– cencio III y Honorio III. Esta visión, unida a la de considerar a san Francisco como un sim– ple hombre, sin un propósito de vida religiosa, y, además, separado de Roma, indignó a la Curia y a muchos biógrafos del santo contemporá– neos del historiador francés. La "edición de guerra", definitiva Hay que reconocer que las acusaciones de Sabatier fueron en par– te atenuadas en ediciones posteriores de su libro. La "edición de gue– rra" -como la llama él mismo-, que salió en París en 1918, presenta algunas modificaciones importantes en este sentido. Aparte de la su– presión de algún párrafo más agresivo o arreglo de algun capítulo, en general, el lenguaje y estilo aparecen más moderados cuando se dirige a la jerarquía eclesiástica. Francisco continúa siendo profeta, pero con nueva perspectiva de los hechos y de las personas que le rodearon. In– cluso añade algún relato nuevo, no incluido-en anteriores ediciones, por su signo milagroso. Así, después que había rechazado de plano los relatos tradicionales sobre la llamada Indulgencia de la Porciúncula, Sabatier cambia totalmente de parecer, y es el primero, entre sus con– temporáneos, que, planteando científicamente la cuestión sobre los códices antiguos, publica conclusiones definitivas a favor de la autenti-

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