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176 "Hay insondables fuerzas en el fondo del alma hu– mana, porque en su fondo está Dios mismo." Que este Dios sea trascendente o inmanente; que sea Uno, Crea– dor, el Principio eterno e inmutable, o que sea, como lo dicen los doctores de ultra-Rhin, la objetivación ideal de nuestro yo, no es cuestión que interese a los héroes de la humanidad. El soldado en medio de la batalla no filosofa para determinar lo que hay de cierto o de falso en el sen– timiento patriótico; toma sus armas y se bate, con riesgo de la vida. Los soldados de los combates espirituales buscan lo mismo sus fuerzas en la oración, en la refle– xión, la contemplación, la inspiración: todos, poetas, ar– tistas, iniciadores, santos, legisladores, profetas, conduc– tores de pueblos, sabios, filósofos, beben en la misma fuente. No sin pena ni esfuerzo el alrp.a se une a Dios, o si se quiere, el alma se halla a sí misma. Una oración lleva a la comunión divina sólo cuando comienza por ser una lucha. El patriarca de Israel, acostado cerca de Methel, lo había ya adivinado, el Dios que pasa no dice su nombre a los que le detienen y le fuerza por saberlo. Sólo ben– dice después de largas horas de combate. El Evangelio ha hallado una palabra intraducible para expresar ese carácter de las oraciones de Jesús; compara la lucha. que precedió a la inmolación voluntaria del Cristo, a la agonía: Factus in agonía. Se puede decir de su vida que fué una larga tentación, una lucha, una ora– ción, porque estas palabras no expresan más que mo– mentos diferentes de la actividad espiritual. Como su Maestro, los discípulos y sucesores del Cristo no pueden conquistar su alma más qne a fuerza de per– severancia. Pero estas palabras, muy a menudo vacías de significación, han tenido para los genios religiosos un sentido trágico. Nada más falso, históricamente, que los santos que ornan ciertas iglesias con su actitud afectada, sus aires contristados, por un no se sabe qué de anémico, de dema– crado, de emasculado, que se manifiesta en todo su ser;