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158 ciado a todo, estaban expuestos a ser injustos o severos hacia los ricos y los poderosos de la tierra: por eso tra– taba de precaverlos contra esa tendencia, concluyendo a menudo sus consejos con estas hermosas palabras: "Hay hombres que hoy nos parecen ser los miembros del Diablo, que serán un día discípulos del Cristo". "Nuestra vida en medio del mundo, solía decir tam– bién, debería ser tal, que con sólo vernos u oírnos las gentes se sintieran inclinadas a alabar al Padre celeste. Vosotros anunciais la paz, guardadla en vuestro corazón. No seáis para nadie motivo de cólera o de escándalo, sino que por vuestra dulzura sean llevados todos hacia la paz, la concordia y la benevolencia." Francisco obtenía sus más hermosos triunfos sobre todo cuando trataba de reanimar a sus discípulos, 'de pre– caverlos contra las tentaciones y librarlos de ellas. Por turbada que se encontrara un alma, él sabía tranquili– zarla; y ese ardor con que calmaba las tristezas se hacía fogoso y terrible para reprimir los desfallecimientos; pero en los tiempos de primer fervor, tenía raras ocasiones de mostrar su severidad; más a menudo debía reprender dulcemente a hermanos cuya piedad exageraba las ma– ceraciones y las penitencias. Cuando todo estaba terminado y cada uno había te– nido su parte en ese banquete del amor, Francisco los bendecía, y los hermanos se dispersaban en todas direc– ciones como extraños o viaj.eros. Nada tenían, pero ya creían distinguir los signos de la grande y definitiva pa– lingenesia. Como el desterrado de Patmos, veían "descen– der del cielo, desde el lado de Dios, la ciudad santa, la· nueva Jerusalén, engalanada como una esposa que se ha adornado para su esposo. . . y el trono sobre el que está sentado el Deseado de las naciones, el Mesías de los tiem– pos nuevos, quien debe realizar cosas nuevas". Sin embargo, todos los ojos se volvían hacia la Siria, en que un caballero francés, Juan de Brienne, acababa de declararse rey de Jerusalén (1210) y hacia la cual se arrojaban la,s bandas de la cruzada de los niños.

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