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13 poco después profesor de Historia eclesiástica de la Facultad de teolo– gía protestante, y se dedicaría plenamente a la investigación. Asís, su segunda patria En Pascua de 1924, ya minado por sus achaques, tiene la inmen– sa alegría de volver a Asís. Es recibido en olor de multitud. Calculaba que nadie le reconocería después de tantos años, y no fue así; inclu– so la gente más sencilla de la ciudad le saluda por su nombre. Vuelve por tercera y última vez a Asís -que él consideraba como su segunda patria- en 1926, con ocasión del VII Centenario de la muerte de san Francisco. Por aquel entonces los asisienses ponían en escena la vuelta del Poverello a su querida patria chica, e invitaron a Sabatier a la representación. Su gozo y emoción fueron grandes. Muere en Strasbourg Vuelve a Strasbourg. En una casita hecha con mucha gracia, situa– da en medio de un frondoso jardín y bailada con madera pintada de verde, Paul Sabatier pasa los últimos años de su vida. Le atiende una cuñada suya, Sra. Wust. No sube ya por los cerros imponentes de Ce– bana, porque su físico declina. Aquí, el 6 de marzo de 1928, muere el gran franciscanista, Paul Sabatier, rodeado de unas pocas personas queridas. Un venerable pas– tor de más de 90 años recita con voz clara y potente las oraciones fú. nebres. Describe brevemente la vida ejemplar del difunto. Y su cadá– ver, colocado en el féretro, es conducido a la estación ferroviaria. Cumpliendo los deseos del ilustre fallecido, nadie sigue el cortejo fú– nebre que trasladaría los restos mortales a Saint-Michel, pueblo donde le vio nacer. Paul Sabatier, que fue profesor de la universidad de Strasbourg, "noble" de honor de Asís, comendador de la corona de Italia, miem– bro de la Academia Real de Roma, Presidente de Honor de la Socie– dad Internacional de Estudios Franciscanos, doctor "honoris causa" de las universidades de Osford, Abeerden y Edimbourg, y muy conoci– do en el mundo de las letras, no quiso ser enterrado en presencia de delegados de Cuerpos Constituyentes o de enviados especiales del mun– do intelectual y político. Toda pompa y fausto humano hubieran tro– pezado con la simplicidad y humildad que él había aprendido de su

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