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145 sitio, pero esta vez rodeado de toda su familia espiritual. Es fácil imaginarse la emoción de Clara. El paso que acababa de dar era simplemente heroico, porque sabía a qué persecuciones se exponía por parte de su familia, y lo que había visto de la vida de los Hermanos Menores le presagiaba bien a qué extremas angustias se expone el que se casa con la pobreza. Sin duda alguna, Clara inter– pretaba las palabras del oficio en el sentido de sus pre– ocupaciones. Judica, Domine, nocentes me; expugna impugnantes me. Apprehende arma et scutum et exsurge in adjutorium mihi (1). Dominus Deus aperuit mihi aurem, Ego autem non contradico; Retrorsum non abii ... Dominus Deus auxiliator meus, Ideo non sum confusus. Ideo posui faciem meam ut petram durissimam, Et scio quoniam I).On confundar (2). Luego Francisco releyó las palabras de Jesús a sus · discípulos, y ella juró conformar su vida a esas pala– bras; sus cabellos cayeron; todo estaba consumado. Algunos instantes más tarde, Francisco la condujo a una hora de marcha de allí, a San Paolo, monasterio de Benedictinas, donde debía permanecer provisional– mente en espera de los acontecimientos. (1) Disputa, oh Jehová, con los que contra mi contienden; pelea con los que me combaten. Echa mano al escudo y al pavés, y levántate en mi ayuda. (Salmos, 34 (35), 1-2. Introito de la Misa del lunes santo). (2) El Sefior, mi Dios, ha abierto mis oídos, y yo no he resistido. No he mirado hacia atrás. El Señor, mi Dios, me ha socorrido, y yo no he sido deshonrado. He dado a mi cara la impasibilidad del mármol, porque sé que no seré confundido. (Principio de la Epístola del mismo día).

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