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137 "-¿Y qué paz -respondió el enfermo- puedo re– cibir de Dios, que me ha quitado la paz y todo bien y que ha hecho de todo mi cuerpo una masa hedionda y corrompida? "San Francisco le dijo: "-Hijo mío, sé paciente, porque Dios nos da las enfermedades en este mundo para la salvación de nues– tra alma, y son la fuente de muy grandes méritos cuando .se las soporta con paciencia. "-¿Cómo puedo soportar pacientemente los dolores continuos que me martirizan día y noche? Y no sólo me hace sufrir mi enfermedad; los hermanos a quienes has encargado servirme me son insoportables, y no me cui– dan corno debieran. . "Entonces San Francisco comprendió que ese leproso estaba poseído por el espíritu del mal, y se puso a orar • por él. "Después volvió y le dijo: "-Hijo, como estás descontento de los otros, yo voy a servirte. "-Muy bien, ¿pero qué podrás hacerme más que los otros? "-Haré todo lo que quieras. "-Pues bien, quiero que me laves por entero, por– que me siento tan mal que yo mismo me apesto. "Entonces San Francisco hizo calentar agua con mu– chas hierbas odoríferas, después quitó al enfermo sus ropas y vendas y empezó a lavarlo mientras un hermano vertía el agua. Y he ahí que por milagro divino, en los bordes del cuerpo que San Francisco tocaba con sus manos, la lepra desaparecía y la carne se curaba por en– tero. Y a medida que la carne curaba, el alma del des– graciado curaba también, y comenzó a sentir vivo dolor por sus pecados y a llorar amargamente. Y estando· com– pletamente curado de cuerpo y de alma, gritaba con todas sus fuerzas: "-Desgraciado de mí, que he merecido el infierno por

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