BCCCAP00000000000000000000793

133 predicar tan bien que convirtiera a todos los infieles a la fe del Cristo, escribe que ello no es la alegría perfecta! "Hablando de ese modo habían andado más de dos millas y el hermano León, lleno de extrañeza, le dijo: "-Padre, os ruego por Dios decirme en qué consiste la alegría perfecta. "Y San Francisco le respondió: "-Cuando lleguemos a Nuestra Señora de los An– geles, empapados por la lluvia, helados de frío, cubiertos de barro, medio muertos de hambre, llamaremos y el portero, furioso, nos dirá: "¿Quiénes son ustedes?". Res– ponderemos: Somos dos de vuestros hermanos. "Mien– ten, responderá, son ustedes dos bribones que van por el mundo robando las limosnas de los pobres. ¡Aléjense de aquí!", y no nos abrirá, nos dejará en el camino tem– blando en medio de la nieve y del agua, helados, ham– brientos, durante toda la noche. ,J'E'ntonces, si maltratados de ese modo y despedidos, todo lo soportamos pacientemente sin murmurar contra él, si pensamos con humildad y caridad que ese portero en verdad nos conoce, y que Dios le hace hablar así con– tra nosotros, ¡oh, hermano León!, escribe que eso es la alegría perfecta. . . Por encfma de todas las gracias y todos los dones que el Santo Espíritu concede a sus ami– gos, está la gracia de dominarse y sufrir con buena gana por el amor del Cristo las penas, las injurias, los opro– bios y los malos tratos." Aunque ese relato recuerda por su giro grácil y algo afectado las esbeltas estatuas del siglo XIV, se ha hecho célebre con razón: su inspiración es bien franciscana; ese idealismo trascendente que hace de la perfección y de la alegría dos términos equivalentes, y muestra esa alegría perfecta en la región pura y serena del perfec– cionamiento de sí mismo; esa sublime simplicidad que coloca tan bien en su verdadero lugar al taumaturgo y al sabio, todo ello no era absolutamente nuevo; pero San Francisco debió gozar de singular fuerza moral para im– poner así a sus contemporáneos ideas que estaban en con-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz