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132 muchas susceptibilidades. Hasta el fin de su larga vida fué el jefe de la estricta observancia. "Un día de invierno, iba San Francisco de Perusa a Nuestra Señora de los Angeles con el hermano León, y el frío, que era muy intenso, les hacía temblar; llamó al hermano León, que ·caminaba un poco más adelante, y le dijo: "-¡Oh, hermano León, quiera Dios que los hermanos menores den por toda la tierra gran ejemplo de santidad y de edificación; escribe y anota con cuidado que no está en ello la alegría perfecta! "San Francisco, después de andar un poco más, volvió a llamarlo: "-¡Oh, hermano León, si los hermanos menores vol– viesen la vista a los ciegos, curasen a los enfermos, ex– pulsaren a los demonios, volviesen el oído a los sordos, hicieren marcnar a los cojos y hablar a los mudos, o, lo que es aún más, resucitasen a los muertos después de cuatro días, escribe que eso no sería la alegría perfecta! "Un poco más adelante, le dijo: "-¡Oh, hermano León, si el hermano menor supiera todas las lenguas, todas las ciencias y las escrituras, si supiera profetizar y revelar no sólo las cosas futuras, sino los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que en ello no consiste la alegría perfecta! "Yendo un poco más lejos, San Francisco volvió a llamarle: "-¡Oh, hermano León, corderito de Dios, si el her– mano menor supiera hablar la lengua de los ángeles, si conociera el curso de los astros y las virtudes de las plantas; si todos los tesoros de la tierra le fueran reve– lados y conocieran las virtudes d.e los pájaros, de los peces y de todos los animales, las de los hombres, de los árboles, de las piedras, de las raíces y de las aguas, es– cribe que todo eso no es la alegría perfecta! "Después de andar otro poco, San Francisco lo llamó con energía: "-¡Oh, hermano León, si el hermano menor supiera

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