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126 que es Dios mismo, con la voluntad de arrojarme a vues– tros pies y besarlos, recibir con humildad y amor estas palabras y todas las demás de nuestro Señor Jesús-Cristo, aprovecharlas y observarlas." No se trata de una fórmula más o menos oratoria. Por ello las conversiones se multiplicaban con increíble ra– pidez. A menudo, como en otro tiempo a Jesús, bastaba a Francisco una sola palabra, una mirada, para atraer y conquistar a hombres que le siguieron después hasta la muerte. ¡Ay!, desgraciadamente es. imposible analizar lo mejor de esa elocuencia hecha de amor, de intimidad y de fuego. La palabra escrita no puede dar una impre– sión de esa elocuencia, como no puede darla de una so– nata de Beethoven o de un cuadro de Rembrandt. Mu– chos se sorprenden, al leer recuerdos de quienes fueron conquistadores de almas, de quedar fríos y no hallar en ellos nada arrebatador u original; es que no son más que reliquias sin vida; el alma está ausente, es la hostia blanca del sacramento, pero, ¿cómo podría hacer expe– rimentar las emociones del discípulo bien amado acostado en el seno del Señor en el atardecer de la última Pascua? El medio en el cual Francisco reclutaba sus discípulos era más o menos siempre el mismo, todos ellos eran jó– venes de Asís o de sus alrededores, hijos de familias de agricultores, otros de familias nobles; todavía no con– taba con representantes de la Escuela o la Iglesia. Todo ocurría con inaudita simplicidad. En teoría, la obediencia al superior era absoluta; en la práctica vemos a cada instante a Francisco conceder a sus compañeros plena libertad de acción. Se ingresaba en la Orden sin noviciado de ninguna especie; bastaba con manifestar a Francisco que se que– ría llevar con él la vida de la perfección evangélica, y probarlo dando todo lo que se tenía a los pobres. Cuánto más simples eran los neófitos más ternura sentía por ellos. Como su maestro, iba con predilección hacia los extraviados, hacia esos hombres que la sociedad regular expulsa de sus cuadros, pero que, a pesar de sus crímenes

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