BCCCAP00000000000000000000793

112 heroísmo, y también como ellos sentía su corazón pal– pitante de divinas ternuras. Pareció que Asís volvía a hallar la conciencia de Israel para llorar sus pecados. Los resultados de sus pré– dicas fueron prodigiosos, la población entera quedó sub– yugada, posesionada, sólo quería vivir de conformidad con los consejos de Francisco; sus compañeros mismos, que habían quedado en Rivo-Torto, al saber todas estas· maravillas, experimentaron su efecto al sentir afirmarse más su propia vocación: durante las noches les parecía ver a Francisco subir al cielo en un carro de fuego, como un nuevo Elías. No era tan difícil, como podría imaginarse, provocar ese entusiasmo delirante de casi toda una población, por– que el poder emocional de las masas era entonces tan fuerte en toda Europa como lo fué en París durante al– gunas jornadas de la Revolución de 1789. Es conocida la historia trágica y conmovedora de aquellas bandas de niños que, llegados del norte de Europa, aparecieron en 1212, agrupados por millares, en que se confundían niñas y niños; habían como enloque– cido; creían de buena fe que liberarían la Tierra Santa, que el mar se abriría para darles paso. Desaparecieron no se sabe bien cómo, tal vez vendidos por mercaderes de esclavos. Se les convirtió en mártires, y con razón: la devoción popular los comparó a los Santos Inocentes que murie– ron por un Dios que no conocían. Los niños de aquella cruzada perecieron también por un ideal desconocido, falso sin duda, ¿pero no vale más morir por un ideal des– conocido y hasta falso, que vivir para las vanas realidades de una existencia sin poesía? No seremos juzgados al fin de los tiempos por filósofos ni por teólogos, y aunque así debiéramos serlo, es de esperar que en tal caso el amor cubrirá una multitud de pecados y hará pasar muchas locuras. Sin duda que si hubo un tiempo en que fué temible la neurosis religiosa, fué aquel en que se produjeron tales

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz