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109 delicados, se entusiasma muy pronto con quien~s, con o sin r'azón; no se inclinan ante el poder. Comprendió en– tonces que donde los otros ven pobres, ricos, nobles, vi– llanos, ignorantes y sabios, Francisco sólo veía almas que le eran más preciosas cuanto más abandonados o más despreciados eran. Ningún biógrafo nos indica cuánto duró la estada de los Penitentes en Rivo-Torto. Hay lugar a creer que pasaron el fin del año 1210 y los primeros meses de 1211, evangelizando las ciudades y los pueblos de los alrede– dores. Sufrieron alli mucho: esa parte del llano de Asís era inundada por torrentes casi cada otoño, y muchas veces los pobres hermanos, bloqueados en la leprosería, debie– ron contentarse con algunos nabos por todo alimento. Su refugio era tan estrecho que cuando se encontra– ban todos reunidos se molestaban mucho unos a los · otros; para asignar a cada uno su parte de espacio, Fran– cisco escribió el nombre de cada hermano sobre la viga que sostenía todo el edificio. Pero estas pequeñas molestias no turbaban en lo más mínimo su felicidad. Ninguna aprensión había nublado todavía las esperanzas de Francisco; desbordaba de ale– gría y de bondad, y Rivo-Torto ha dejado en los recuer– dos de la Orden cuadros dulces y frescos. Una noche todos los hermanos parecían dormir, cuan– do Francisco oyó algunos gemidos. Era una de sus ovejas, para hablar como el biógrafo franciscano, que se había impuesto privaciones demasiado duras y que se moría de hambre. En seguida se levantó, llamó al hermano, . fué en busca de las pocas provisiones que había en re– serva, y poniéndose él mismo a comer para darle valor, le explicó que si bien la penitencia es buena hay, sin em– bargo, que sazonarla con discreción. Francisco poseía ese tacto del corazón que sabe adi– vinar a los otros y adelantarse a sus deseos; otra vez, también en Rivo-Torto, tomó de la mano a un hermano indispuesto, le llevó a m{a viña y, presentándole un buen

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