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108 recido, a causa de las sequías que transformaron esa parte del suelo de la fértil "Umbría Verde" (1). Aquel agreste sitio fué el punto de reunión durante algunos meses de Francisco y sus compañeros. Se sen– tían allí por completo hermanos y servidores de los le– prosos, y a más se encontraban cerca de dos santuarios ya caros a sus corazones: la Porciúncula y San Damián. Así que muy naturalmente retornaron a aquel lugar después de su peregrinaje ad limina. Durante su ausencia, su popularidad había crecido tanto, que su retorno fué casi un triunfo. Los ataques interesados que tuvieron que sufrir antes, se perdían en un concierto de alabanzas. Quizás se supo la malevolencia del obispo, y todos eran felices de verla condenada por la aprobación de Inocencio III. Sea como fuere, lo cierto es que se produjo un vivo movimiento de simpatía: se recordó entre el pueblo la indiferencia que el hijo de Bernardone mostró algunos meses antes al paso del emperador Otón IV, que iba a coronarse a Roma. El emperador germano había atra– vesado Italia con numeroso cortejo y un lujo destinado a sorprender el espíritu de las poblaciones; pero Fran– cisco no sólo no se incomodó en ir a verlo pasar por la carretera cercana de Rivo-Torto sino que.aconsejó a sus hermanos que se abstuvieran de ir, y se limitó a delegar a uno de ellos para que recordara al monarca cuán efí– meras son las glorias de la tierra. Más tarde se creyó que había hecho predecir a Otón IV su próxima exco– munión. ' Esta actitud altiva impresionó vivamente a las ima– ginaciones. Quizás le ganó más la estima popular que todo lo que había hecho hasta entonces. La multitud, que por lo común nada comprende de los sentimientos (1) Todavía existe un abrigo del mismo género del otro lado de Asís, a algunos minutos de la Puerta San Giacomo, llamada la Fontanella.. Desde una época relativamente reciente se ha dado el nombre de Rivo Torto a una iglesia. que se halla un poco más lejos, a un cuarto de hora de marcha de· Santa María Magdalena, en el camino de Spello a Foligno.