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102 Después, cuando el Todo Poderoso os haya multiplicado, acudiréis a nosotros, os concederemos lo que pidáis y po– dremos con mayor seguridad acordaros aún mucho más. Francisco y sus compañeros no estaban al corriente de la fraseología romana para darse cuenta que en de– finitiva la Santa Sede había únicamente consentido en suspende!' su juicio ante la rectitud de sus intenciones y la pureza de su fe. Las flores de la retórica clerical les ocultaron los lazos con que se les cargaba. La curia, en efecto, no se con– tentó con el juramento de fidelidad de Francisco, quiso además marcar a los Penitentes con el sello de la Iglesia; el cardenal de San Pablo fué encargado de hacerles con– ferir la tonsura. Desde aquel momento pertenecieron to– dos al fuero interior de la Iglesia romana. La creación tan profundamente laica de San Fran– cisco se convertía de grado o por fuerza en una institu– ción eclesiástica; debía degenerar muy pronto en una institución clerical. Sin saberlo, el movimiento francis– cano era infiel a sus orígenes. El profeta había abdicado entre las manos del sacerdote; no sin retorno, sin em– bargo, porque cuando una vez se ha reinado, quiero decir, pensado libremente -¿qué otra realeza hay sobre la tie– rra?- no se puede ser más que un mal esclavo; se ha sometido de buena gana, pero a pesar de uno mismo, se levanta la cabeza, se despoja de sus cadenas, se recuerdan las luchas, las tristezas, las angustias del tiempo de la li– bertad, y se llora. Entre los hijos de San Francisco, muchos debían llo– rar la libertad perdida, muchos debían morir para re– conquistarla.

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