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Cómo leer a Pablo hoy 21 ¡Bendito seas tú, oh Dios de misericordia y compasión, por la fuerza de tu poder y la grandeza de tu verdad, y por la multitud de tu gracia (hasadim) y por todas tus obras! Que se alegre el alma de tu siervo con tu verdad límpiame con tu justicia. Como yo he confiado en tu bondad, y esperado tu gracia (hasadim) , así me has liberado de mis calamidades de acuerdo con tu misericordia; y en mi aflicción tú me has confortado porque me he apoyado en tu misericordia (García Martínez 2000, 390) En este trasfondo judío, mucho menos oscuro que el que mostra- ba la «perspectiva tradicional», la aportación de Pablo también resulta diferente. Lejos de descubrir el «fallo» del judaísmo, Pablo cayó en la cuenta del tiempo en el que vivía: el tiempo final ( esja- ton en griego). Los acontecimientos vividos (la muerte del Mesías, así como su exaltación a la derecha de Dios) le hacían pensar que Dios había adelantado el final prometido al tiempo presente: Pa- blo estaba viviendo el final de la historia. La tradición posexílica recogida en el Segundo y Tercer Isaías (hacia los siglos vi y v a.C.) había concebido el proyecto de salvación de Dios como un pro- yecto inclusivo al que estaban llamadas todas las naciones en el tiempo final: «Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al res- plandor de tu alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se reú- nen y vienen a ti. Tus hijos vienen de lejos y tus hijas son llevadas en brazos...» (Is 60,3-4). Dado que Pablo creía que el tiempo final se había adelantado, la muerte de Jesús debía significar la unión de
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