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a este modelo, la posesión del espíritu y las experiencias extáticas que provocan una disociación corporal tienen un significado social y pueden ser vistas como potenciales desarticulaciones de la organi- zación social (dependiendo del tipo de posesión, central o periférica, como se ha visto en la exposición de Esther Miquel). Así, donde la dimensión social se halle sometida a un control estricto, la posesión del espíritu y el trance pueden resultar amenazadores y peligrosos 8 . Si esto es así, las posesiones y las disociaciones (como las experiencias de trance) tienen un potencial transformador de la organización social debido al paralelismo que un grupo humano establece entre el cuerpo físico y el cuerpo social. Sería posible, por tanto, entender que ciertas experiencias extáticas de posesión del espíritu (periférico), dados los recelos y peligros que representan para las estructuras sociales, sean mecanismos de transformación de la organización social. Así pues, la imagen del cuerpo físico, su valoración y su control tienen una relación directa con la imagen del cuerpo social, su valoración y su control 9 . A esta doble dimensión (física y social) debemos añadirle una tercera, que únicamente la apuntaba M. Douglas pero sin desarrollar- la. Así, afirmaba que “la correspondencia entre el control corporal y control social nos ofrece la base para considerar actitudes variantes paralelas en lo que atañe al pensamiento político y a la teología” 10 . En otras palabras, existe una relación directa entre estas dos dimensiones del cuerpo (física y social) y una tercera que podemos llamar teológica, que es el modelo ideal, el horizonte de comprensión en el cual los otros cuerpos se miran como en un espejo. Un ejemplo es cómo el concepto de pureza de Dios condiciona el modo como se supervisa y controla la pureza del cuerpo físico y social en Lv 11-17. Así, en realidad, el modelo del cuerpo tiene tres dimensiones relacionadas dialécticamente: por una parte, el cuerpo físico es imagen del cuerpo social así como éste es imagen del cuerpo teológico; y por otra parte, 8 Cf. M. Douglas, Símbolos naturales , 100. 9 No obstante, es conveniente evitar el peligro de esencialismo; el mismo título de la obra de M. Douglas, “símbolos naturales” podría hacer pensar que el símbolo es natural por encima de culturas y tiempos. Aquí utilizamos el símbolo en sentido cultural. Cf. A. Destro - M. Pesce, “I ‘corpi’ sacrificali: smembramento e rimembramento. I presupposti culturali di Rom 12,1-2”, en: L. Padovese (ed.), Atti del VII simposio di Tarso su s. Paolo Apostolo , Univ. Pont. Antonianum, Roma, 2002, pp.85-113. 10 M. Douglas, Símbolos naturales , 95. Carlos Gil Arbiol 420 medellín 143 / Julio - Septiembre (2010)

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