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Carlos Gil Arbiol 68 | Cuestiones Teológicas, Vol. 45, No. 103 (Enero-junio, 2018) ἱλαστήριον ), de ese modo purificaba el lugar de las transgresiones acumuladas. La función que cumple este ritual (explicado con los verbos ἱλάσκομαι / כּפר ) es compensar un desequilibrio producido por las desobediencias, purificar el lugar para permitir que Yahvé habite en él. Este ritual revela una idea teológica clave: Yahvé es puro y se debe preservar la pureza de su casa y de todos los que se acercan a ella. En el texto de la Carta a los Romanos mencionado, el autor sustituye la idea de la «pureza» por la de la «justicia», mostrando que la sangre de la muerte de Jesús, en vez de purificar, hizo justas a todas las personas. Una de las consecuencias más importantes de esta lectura es cuestionar el carácter sagrado de espacios, tiempos o personas, ya que Dios las consideraba justas ante él no por lo que hicieran, sino por la sangre de Jesús. La segunda interpretación que vamos a mencionar es la que recurre al pasaje del “sacrificio de Isaac” (Gen 22) para leer la muerte de Jesús. En Rom 8 leemos: Ante esto, ¿qué podemos decir? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Si Él no retuvo para sí a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos con él gratuitamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica (Rom 8,32-33). En el texto de Gen 22 leemos que Yahvé pide a Abraham sacrificar a su hijo como «holocausto» ( ὁλοκάρπωσις / ָ עלֹה ), como un regalo que busca algún tipo de recompensa (cf. Milgrom, 1991, pp. 172-177). El final del relato nos revela la recompensa que Abraham obtiene: “por no haber retenido a tu hijo amado ante mí, yo te colmare de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia…” (Gen 22,16-17). Abraham no retiene para sí a su hijo considerando que era de Yahvé y él así se lo reconoce con una descendencia mayor. Este texto sirvió para comprender que en la muerte de Jesús se estaba dando un ejercicio similar de «no retención», de generosidad desmedida: Dios no retuvo a su propio hijo de morir, no quiso apropiárselo, dejando a su hijo en libertad y siendo consecuente con el anuncio del reino de su Padre. Por eso, Jesús, mejor que Isaac (que no murió), muestra la total confianza (fe) en Dios, así como la de Yahvé en su hijo y en la historia de los hombres (cf. Levenson, 1993, p. 212).

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