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Los primeros seguidores de Jesús ante el reto de la interculturalidad Cuestiones Teológicas, Vol. 45, No. 103 (Enero-junio, 2018) | 67 Felipe le explica al eunuco que este pasaje habla de Jesús, quien — como aquel Siervo mencionado por Isaías — no eludió la humillación a que le sometieron, ni devolvió la violencia con violencia. Su muerte, como aquella, era inocente, silenciosa, la de un desposeído y humillado. Sin embargo, igual que en el Salmo 22, el texto citado de Isaías ofrece también una esperanza: “¿quién podrá contar su descendencia?” (Is 53,12). Llama la atención que el texto citado de Isaías en Hechos omite cualquier alusión expiatoria de las que allí aparecían; la tradición que recoge Lucas en Hch 8,32-33 evita presentar la muerte de Jesús en esas categorías sacrificiales y la interpreta como una muerte humillante pero ejemplar. b) Interpretaciones que destacan la innovación A diferencia de las anteriores, que subrayan la continuidad de las prácticas y creencias del judaísmo del tiempo de Jesús, las dos interpretaciones que vamos a mencionar a continuación presentan alguna novedad. En ambos casos responden a la finalidad, al para qué de la muerte de Jesús, y tienen un componente soteriológico, si no explícitamente, sí implícitamente. Además, a diferencia de las anteriores, están relacionadas con los círculos de seguidores de Jesús de la diáspora. La primera es la lectura de la muerte de Jesús a través del modelo del día de la expiación ( Yom Kippur ) según se recoge en Lv 16. Rom 3 es un escrito neotestamentario que parece utilizar ese modelo para interpretar la muerte de Jesús: [Todos] son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación — ἱλαστήριον — por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser justo y justificador del que cree en Jesús (Rom 3,24-25). Este texto alude al ritual de purificación del templo descrito en Lv 16 que busca evitar la huida de Yahvé a causa de los pecados acumulados en el templo (cf. Milgrom, 1991, pp. 616-617). El sacerdote recogía la sangre del cabrito o del novillo y con ella rociaba la tapa del arca de la alianza (llamada
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