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Carlos Gil Arbiol 66 | Cuestiones Teológicas, Vol. 45, No. 103 (Enero-junio, 2018) Una segunda interpretación presenta la muerte de Jesús de acuerdo con el modelo bíblico del Justo que muere injustamente, recogido en los salmos (Sal 22; 64,10; 68,3), tal como aparece, por ejemplo, en algunos lugares del relato de la pasión. Así, en Mc 15,34, se dice: “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: ‘Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?’”, - que quiere decir - “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”. Este comienzo del Salmo 22, puesto en boca de Jesús, sirve para relacionarlo con aquella figura hebrea que contraponía la justicia de Dios a la de los poderes de los hombres. Jesús, como el Justo, muere porque su justicia — la de Dios — fue rechazada por las autoridades judías y romanas que no podían soportar su deslegitimación. El lector judío atento sabe que el Salmo 22 acaba con una proclamación de la reivindicación del Justo: Se acordarán, volverán a Yahvé todos los confines de la tierra; se postrarán en su presencia todas las familias de los pueblos. Porque de Yahvé es el reino, es quien gobierna a los pueblos. Ante él se postrarán los que duermen en la tierra, ante él se humillarán los que bajan al polvo. Y para aquel que ya no viva, su descendencia le servirá: hablará del Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: “Así actuó el Señor” (Sal 22,28-31). De este modo la frase inicial del Salmo 22, puesta en boca de Jesús, aun a pesar de su ambigüedad permitió comprender su muerte como una injusticia, la que cometían los poderosos contra la justicia de Dios. Además, posibilitó proclamar, de un modo velado, la esperanza de su reivindicación. Jesús, como el Justo, iba a ser rehabilitado. De ahí que otra explicación de la muerte de Jesús utilizara un modelo muy cercano para responder a las razones de aquella muerte: la figura del Siervo de Yahvé (cf. Ross Wagner, 2002, pp. 20-33; Is 42; 49; 50; 52-53). Lo podemos ver en el texto de Hch 8, donde cuenta el narrador que Felipe iba de camino y se encuentra a un eunuco que vuelve de Jerusalén, en su carro, leyendo la Biblia: El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: “Fue llevado como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre la boca. En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra” (Hch 8,32-33).

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