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~ .i',' Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo de las decisiones sociológicas y opciones teológicas. Parece que el proceso de configuración del cristianismo como religión no sólo no anuló las diferencias in– ternas de los diversos grupos de creyentes, sino que, a pesar de las amenazas de desintegración, mantuvieron numerosas tradiciones en tensión. Este desarrollo inicial podía, ciertamente, haber optado por la unicidad, es decir,por seleccionar las tradiciones de la corriente hegemónica y excluir las demás;~sin' embargo no lo hicieron. El canon, como hemos subrayado, es un ejemplo de la integración de la pluralidad. Esta pluralidád no impidió, sin embargo, que hubiera una fuerte ten– dencia a cubrir las diferentes perspectivas teológicas, las formas de relacionarse con el mundo, los Il)odos de organización interna, etc., con una misma interpre– tación predominante. Tanto la pseudografía como las glosas fueron mecanismos literarios que buscaron mitigar esás tensiones internas y ofrecer una mayor co– herencia, tanto hacia el propio grupo como hacia fuera. Junto a ello, pronto se es– tablecen mecanismos de control de la interpretación de los textos (cf. 2Pe 3,20-21; 3,16), de modo que, aunque las diferencias seguían estando ahí, el modo de leer– las e interpretarlas se ponía en manos de unos pocqs, generalmente varones aco– modados con autoridad .reconocida en las comunidades. La segunda recoge la dificultad de relacionarse con el mundo. Un grupo que inicialmente es minoritario y marginal, con un perfil sectario y con voluntad de aguantar del modo que sea hasta la inminente parusía y su consecuente triunfo,tiene muy difícil reconvertirse en un grupo adaptado, modélico, ejemplar. No fue una fácil transición, pero se logró gracias a un exitoso diálogo cultural (en el que tanto el cris– tianismo naciente como el entorno grecorromano cedieron y tomaron algo del otro) ya la necesidad de adaptar tradiciones fuertemente escatológicéls (y apocalípticas) hacia formas estables y permanentes en el tiempo, una vez que el retraso (o la sus~ pensión) de la parusía se generalizó. Sin embargo, en e~te camino convivieron du– rante mucho tiempo dos grandes tendencias (aunque con variantes intermedias): la que buscaba el total aislamiento del mundo (y deseaban crear una sociedad total– mente alternativa, segregada, de iniciados e iluminados, como en el gnosticismo) y la que anhelaba la inculturación, la inmersión en el mundo (con el deseo, no pocos, de ocupar cargos de prestigio e influencia, o conquistar culturalmente impregnando todas las áreas de la vida con el mensaje cristiano). Las que resultaron mas ~xitosas fueron aquellas que, entre las segundas, miraban al mundo como una posibilidad y un desafío, más que como lugar de corrupción y condenación. La tercera es el perfil de los sujetos que configuraron el culto a Cristo que devino en la religión cristiana. La primera y segunda generación están marcadas
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