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Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo frente a la historia de Jesús. Estos cristianos consideraban la creación y la histo– ria, el mundo, como ;llgo negativo, de modo que la persona histórica de Jesús no tenía ningún valor; incluso negaban la muerte en cruz de Jesús ya que Dios le libró de ella crucificando, en realidad, a Simón de Cirene 64 . Su interés se cen– traba en la iluminación, el conocimiento puro de la divinidad; Jesús es enviado por Dios para redimir la impura creación de modo que ésa es su verdadera con– dición; su carácter histórico y carnal es relegado cuando no negado, de modo que no hay una preocupación ética por el próximo o por la justicia terrena. La cer– canía de esta visión respecto del docetismo no resulta sorprendente. En contraste con esta visión encontramos a los montanistas y al Pastor de Hermas, para quie– nes los creyentes (los profetas) eran representantes de Cristo y exigían conduc– tas rigurosas, ascéticas y éticas (ayunos, donativos...) a fin de anticipar la llegada del reino de Dios anunciado por Jesús. Su preocupación por la justicia y el afán de que el Reino esperado llegue pronto contrasta con la despreocupación de los gnósticos; no obstante, podían coincidir con aquellos en el riguroso ascetismo, si bien por razones diversas 65 . En conjunto, esta tercera generación ofrece un panorama múltiple; los in– tentos de síntesis y unificación dela segunda generación, si bien dieron unos fru– tos válidos, no evitaron la radical pluralidad de formas de entender a Dios, al mundo y a los mismos creyentes. A comienzos del siglo II la multiplicación de tradiciones ofrece un panorama complejo y rico; no es posible reducir el cristia– nismo a un fenómeno unívoco, si bien tampoco sería acertado dejarlo al arbitrio de las cambiantes circunstancias y tendencias vistas. Los elementos que mantie– nen una cohesión van a aflorar con más claridad en la cuarta generación. 64 C[ Ireneo de Lyon,Adversus Haereses 1,24,4: "Por eso, según dicen, no fue él quien padeció, sino unci.erto Simón Cireneo, quien fue obligado a cargar por él la cruz (Mt 27,32). A éste habrían cru– cificado por error e ignorancia, pues (el Padre) le había cambiado su apariencia para que se pare– ciese a Jesús. Por su parte, Jesús cambió sus rasgos por los d~ Simón para reírsede ellos. Como era una Potencia sin cuerpo y la Mente del Padre ingénito, podía transformarse a voluntad. Y de esta manera ascendió al Padre que lo había enviado, burlándose de ellos, los cuales no podían atraparlo porque era invisible. Quienes saben estas cosas, quedan liberados de los Principados hacedores del mundo. Por eso no debemos creer en el que fue crucificado, sino en aquel que vino a vivir entre los seres humanos bajo forma de hombre, al que imaginaron haber crucificado". 65 Cf. Fernando Rivas Rebaque, "El nacimiento de la Gran Iglesia", en: Aguirre, Aslempezó el cris– tianismo, 449-452.

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