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Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo del entorno permeaban en los grupos, haciendo cada vez más difícil delimitar la identidad y establecer fronteras claras. Esta situación, vista desde la lejanía de hoy, fue un interesante pero difícil ejercicio de equilibrio entre la uniformidad y la unidad, entre la fidelidad a Jesús y la relevancia social, entre la cohesión y la integración... Para responder a estos retos, tanto los externos como los internos, los di– rigentes de esta tercera generación establecieron mecanismos para consolidar SU propia autoridad y el orden de las asambleas, fundamentalmente reforzando el modelo patriarcal mediante los códigos domésticos. Aunque esta estrategia ya la hemos visto en la segunda generación, allí se utilizó para organizar la casa de los creyentes; sin embargo, en esta tercera generación, se utilizará para organizar las asambleas domésticas y, en general la ekkLésia, que pasará a ser, por primera vez, "la casa de Dios" (1Tim 3,15). Así, los líderes autorizados debían ser esposos, pa– dres y amos ejemplares (cf. 1Tim 3,1-7), controlando a los miembros subordina– dos de su casa para prevenir cualquier desorden o desviación ss .En segundo lugar, y en línea con lo anterior, buscaron "blindar" el universo simbólico, es decir, de– finir doctrinalmente el conjunto de creencias que establecían las fronteras in– franqueables entre layertenencia y la eXclusión S6 : Si. bien para este periodo no están definidos los conceptos de "ortodoxia" o "herejía", se sientan las bases para su delimitación enlasiguiente generación. Los grupos humanos que conocemos de este periodo están detrás de al~ gunos de los textos neotestamentarios y, quizá en mayor medida, detrás de otros textos, algunos de ellos considerados con el tiempo apócrifosS 7 . Losmás signifi– cativos son la cartas pastorales (Primera y Segunda cartas a Timoteo y la Carta a Tito), las tres cartas de Juan y la Segunda Carta de Pedro. Entre los escritos apostólicos podemos mencionar las cartas de Ignacio de Antioquía, el Pastor de Hermas y la Carta de Bernabé. Entre los evangelios ap~crifos, mencionamos las 5.5 Estas son las dos preocupaciones más importantes de las Cartas pastorales que coinciden, en gran medida, con las de las autoridades civiles romanas; cf. Koester, Introducción al Nuevo Testamento, 435-456. 56 Cí. Macdonald, Las comunidades paulinas, 235-328. 57 Pero, de nuevo, hay que recordar que en este tiempo no lo eran; ni siquiera tenían un sentido ne– gativo; cf. Carlos Gil Arbiol, "La 'Reconstrucción' de la Biblia: Los apócrifos y la memoria", en: V. Vide, L. Sequeiros, E. Arens, el Gil Arbiol y L. Ramón Carbonell (ed.), Biblia y Cultllra (Bilbao: Publicaciones Universidad de Deusto, 2(08),51-70.

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