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Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo lidad y el fracaso de la misión entre los judíos revitalizaron la idea de la escato– logía inminente, en claro retroceso en esta segunda generación (d. 2Tes 2,1-12). La tradición que más contrasta con esta apocalíptica e.s l<i de las cartas deuteropaulinas y la lucana (Evangelio de Lucas y Hecbos de los Apóstoles). En estas tradiciones destaca una visión mucho más positiva del mundo y del Impe– rio, hasta el punto de que lejos de distanciarse, adoptaron la estrategia de asimi– lar elementos e instituciones culturales para presentar su mensaje y su forma de vivir (tomando en serio la invitación de Pablo a "no salir del mundo": ICor 5,9). Así, por ejemplo, asumieron con decisión el modelo patriarcal para organizar las casas de los creyentes (cf. Col 3,18-4,1; Ef 5,21-6,9)50, a diferencia de la tenden– cia que se percibe en las cartas originales de Pablo (d. GaI3,28; lCor 7,1-24; 11,4– 5)51. Esta insistencia en la subordinación de mujeres, hijos-jóvenes y esclavos respecto del paterfamilias revela que, durante la primera generación, la predica. ción de Pablo (y otros) había resultado especialmente atractiva para esos grupos subordinados, hasta el punto de causar alteraciones y aparecer en sociedad como un grupo revolucionario. De ese modo, igual que había hecho el judaísmo de la diáspora, mediante los códigos domésticos patriarcales se presentaban como ciu– dadanos ejemplares, se integraban en la sociedad helenístico-romana, limaban las diferencias y ganaban respetabilidad; así también, no obstante, buscaban mo– dificar su entorno, influir, aportando los valores propios 52 .A diferencia de la an– terior, lógicamente, la parusía se concebía cada vez como algo más lejano. Como se puede ver, esta segunda generación refleja, de.nuevo, claras ca– racterísticas comunes a la vez que contrastes notables. Tanto la forma de presen– tar a Jesús (la cristología) como la de presentarse los creyentes ante el mundo (y su cosmovisión) diferían en algunos puntos importantes. Esta generación fue, en cualquier caso, decisiva en la superVivencia del movimiento de Jesús y, proba– blemente, el éxito de la tradición deuteropaulina y lucana para adaptarse al Im– perio romano granjeó para el mensaje de Jesús la continuidad en la historia, matizado y corregido por las corrientes divergentes mencionadas. 50 Cf. Aristóteles, Po/(tica I,1260a,9-14. 51 Cf. Carlos Gil Arbiol, "El desarrollo de la tradición paulina", en: Aguirre, Así empezó el cristia– nismo,255-291. 52 Cf.la crítica de Tácito, Historia 5,5 yla respuestas de Flavio Josefo, Contra Apión 2,199 yde Filón, Apología 7,3-5.

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