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Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo (Colosenses, Efesios y Segunda Tesalonicenses)41, cartas llamadas católicas (San– tiago, Primera de Pedro, HebreoS y Judas), el Apocalipsis, Ylos primeros textos apos– tólicos (Didajé y Primera carta deClemente)42. No sólo destaca la pluralidad de géneros literarios (desde el epistolar al apocalíptico pasando por el evangélico) sino también de contenidos. Voy a destacar, igual que en la plimerageneración, algunos contrastes que subrayan la pluralidad de ideas y prácticas en estos años. Un primer elemento de discrepancia surge al comparar las obras de dos gru– pos de creyentes que, si bien comparten un desapego respecto de las tradiciones ju~ días, reflejan una mirada completamente diferente sobre Jesús y una cristología en llamativa disconformidad. Una es el Evangelio de Juan y la ot1'a el Evangelio de Marcos. El primero utilizó el modelo del Logos, "la PaJabra de Dios hecha carne'~ (d.Jn 1.14) para presentar a Jesús. Ciertamente, esto no es una novedad puesto que existía en el Antiguo testament0 43 y Filón deAlejandría le dio un protagonismo enorme en la tradición judía del siglo 1 44 ; pero es una novedad en cuando que se aplica a Jesús de un modo decidido y sin ambages 45 , mostrando sucarácterdivino por encima de otros aspectos. Esto le dio a la tradición joánica la oportunidad de dia– logar con la filosofía helenística y así elevar la categoría del discurso cristiano; esta tradición podía presentar la fe en Jesús, de acuerdo a los modelos culturales de una ~lite, como un protognosticismo. Sin embargo, con el tiempo, se percibieron los pe– ligros que conllevaba: el de exagerar la divinidad de Jesús y olvidar el compromiso ético (cf. 1 Y2 Jn). Si bien la tradición joánica fue muy utilizada durante el siglo 11 para combatir algunas desviaciones cristológicas (ebionitas, por ejemplo), así mismó estaba siempre a las puertas de caer en el docetismo o gnósticism0 46 . . 41 Sobre el fenómeno de la pseudografía, la atribución de una obra escrita por un autor anóni,ll1oa un personaje conocido para los destinatarios era un fenómená muy extendido en el periodo intertesta– mentario y no debe Uevar a juicios de valor descontextualizados como la t'eciente obra de Bart D. Ehr– man, Forged: writing in the name ofGod: why the Bible's authors are not who we /hillk they are (New York: HarperOne, 2011); cl. James H. Charlesworth, "Pseudonymity and Pseudepigraphy" en: David Noel (ed.) Freedman, TheAnchor Bible dictionary (6 vols.) (NewYork: Doubleday, 1992),5:540-541. 42 Para una lista exhaustiva y detallada de las fuentes de los orígenes del cristianismo. ver: Fernando Rivas, "Elenco de literatura cristiana primitiva", en: Aguirre, Así empezó el cristianisml:, 549-583. 43 Relacionada con la "sabiduría"; cf. Job 28,20-27; Pr 8.23-31; Si 1,6-10; 24,3-23; Sab 7,24-8,1. 44 Cl. Schenke, La comunidad primitiva: historia y /eologla, 80~91. 45 Cf. Helmut Koester, Introducción ál Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme,1988),345. 46 Cf. Georg Strecker, "Chiliasm and docetism in the Johannine school",Australian Biblical Review 38(1990)44-61; Kasper Bro Larsen, "Narrative docetism: Christology and storytelling in the Gospel of Jolm", en: R. Bauckham y C.Mosser (ed.), Gospel ofJohll alld Christian theology (Grand Rapids: William B. Eerdmans. 2008). 346-355.

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