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Carlos Gil Arbiol: Los orígenes del cristianismo 3. La segunda generación 34 Es difícil, Yen cualquier caso serfa una discusión para otro lugar, determinar su origen: si se trata de una interpretación que Pablo hereda (y Marcos, lógicamente también) o, heredándola quizá en parte, la asumió como propia, le dio protagonismo y la utilizó como la más genuina expresión de su comprensión de la muerte de Jesús. 35 Cf. L. Michael White, De Jesús al cristianismo: el Nuevo Testamento y la fe cristiana, un proceso de cuatro generaciones (Estella: Verbo Divino, 2(07), 275-283. Aunque he dicho antes que las cuatro generaciones deben entenderse de modo flexible y, en gran medida, se solapan, el cambio de la primera a la segunda es el más claro y definido. El año 70 d.C., tras casi cuatro años de guerra muy desigual, el general TIto (futuro emperador de Roma del 79 al 81) entró en Jerusalén aso– lando la ciudad y destruyendo el templ035. Este hecho, además de las consecuen– cias cotidianas de la derrota para la población de Judea (y Galilea), resultó uno de los problemas más serios de la historia de Israel: era necesario responder a las pre– guntas teológicas y sobre la identidad judía que este acontecimiento arrojó. ¿Por Almogaren 49 (2011) 163-193 fue, además, el último gesto, la última palabra inarticulada (y quizá la única capaz de transmitir el sentido pleno de su mensaje) con la que revelaba su identidad y, sobre todo, la· de Dios. El Padre de Jesús se revelaba, pues, de acuerdo a esta in– terpretación de la muerte de Jesús, igual al Crucificado: desprovisto de poder convencional, vaciado y entregado (cf. Flp 2,6-11). Esta interpretación aparece fundamentalmente en los textos paulinos y marcanos 34 . Estos apuntes muestran una primera generación con claros elementos co– munes que nos penniten hablar de un periodo con definida unidad; sin embargo, no se trataba de uniformidad sino más bien de una pluralidad de comprensiones te– ológicas, prácticas éticas y misioneras, entre otras. La creatividad y posibilidades de estos primeros años explican la explosión que se produjo y la multiplicación de tra– diciones y trayectorias que reflejan una gran diversidad de grupos de seguidores de Jesús. En los siguientes años este movimiento, lejos de ralentizarse, seguirá su expansión en muchos sentidos, si bien se van a dedicar muchas energías a definir y poner límites a la pluralidad. .·.··1121·

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