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56 Cf. Bóttigheimer, "Fordert Gott Opfer? Zur Deutung des Todes Jesu als Opfertod", 122-123. 56 Ver, por ejemplo, el libro de Douglas A. Campbell, The delivcrance ofGod: an apocalyptic rereading ofjustification in Paul (Grand Rapids [etc.]: William B. Eerdmans, 2009) yel debate surgido tras su publicación: R. Barry Matlock, "Zeal for Paul but Not According to Knowledge: Douglas Campbell'sWar on }ustification Theory'",Journal fOT theStudy of theNew Testament 34(2011) 115-149; Grant Macaskill, "ReviewArticIe: The Deliverance of God",journalfOTtheStudyoftheN/!WTestament34(2011) 150-161; DouglasA. Campbell, "An Attempt to be Vnderstood: A Response to lile Concerns ofMatlock and Macaskill willl The Deliverance of God",JournalfOT /he Study of /he New Testament 34(2011) 162-208. Este es un ejemplo de relectura de la muerte redentora deJesús (tal como la entiende Pablo) desde modelos y perspectivas no jurídicas o forenses y las dificultades que plantea. 51 Quizá el intento reciente más amplio y variado en cuanto a sus perspectivas es: Brad Jersak y Michael Hardin, Stricken by Godr nonviolent identification and /he vicWry of Christ (Abbotsford; Grand Rapids, Mich: Freshwind Pr.; Eerdmans, 2007). Cf. también: Green, "The Dealll ofJesus and lile Ways of God: Jesus and lile Gospels on Messianic Status and Shameful Suffering"; Robert J. Daly, "Images of God and lile imitation of God: problems with atonement", Theological Studies 68(2007)36-51; S. Mark Heim, Savedfrom sacrifice: a theology ofthe cross (Grand Rapids, Mich; Cambridge, VK: Eerdmans, 2006). Sin embargo, algunos autores siguen defendiendo el sentido forense y penal de la muerte deJesús, a pesar de los problemas planteados: cf. l. Howard Marshall, Asputs of the atanement: cross and resurrection in the rwmciling ofGod and humanity (Milton Keyncs; ',., / I vergonzosa y humillante de su Hijo. Esta idea vuelve a plantear, de nuevo, un problema que ya hemos comentado, aunque ahora reviste todavía mayor trascendencia. Efectivamente, si es cierto que la muerte deJesús había cumplido todas esas funciones y formaba parte del plan de Dios, ¿qué imagen de Dios es esta que, en el menor de los casos, acepta (si no necesita) la muerte de un justo, de un siervo, de su hijo querido, para perdonar los pecados? ¿No apunta más bien a la ima– gen de un dios sádico, caprichoso, arbitrario, vengativo, que se goza y necesita de la muerte de unas víctimas para resarcirse, para aplacar la ira de los pecados cometidos por otros? ¿Quién asegura, entonces, que no es un dios capaz de sacrificar a cualquier otra persona, incluso la más querida, por lograr un bien mayor?55 Estas preguntas no han estado ausentes de la reflexión teológica 56 . ¿Qué consecuencias teológicas va a tener la afirmación de que la cruz forma parte del plan de Dios? ¿Qué dios es éste que no solo acepta sino que, según algunas de las interpretaciones que hemos mencio– nado, había previsto la salvación de todos los hombres a través de la muerte vergonzosa, dolorosa, ignominiosa, humillante de su hijo único querido?57 Las interpretaciones de la muerte deJesús 201

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