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1 Carlos Gil Arbiol Corintios XIII n.º 129 « 30 Os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu Santo, que luchéis juntamente conmigo en vuestras oraciones rogan- do a Dios por mí, 31 para que me vea libre de los incrédulos de Judea, y el socorro que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos; 32 y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros. 33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén» (Rom 15,30-33). En este último escrito de Pablo antes de embarcarse para Jerusalén, Pablo da testimonio de que la colecta de Corinto (y Acaya) había sido, por fin, realizada y él, de acuerdo con la posibilidad que había previsto, iba a ser portador de la misma a las comunidades de Judea. El tono de esta mención aporta algunos datos interesantes. Es difícil encontrar otro pasaje de las cartas de Pablo en el que se muestre más interesado, más compro- metido, más preocupado, más profundamente implicado, más necesitado de ayuda de Dios, más inseguro respecto al destino de su empresa que en este texto que acabamos de leer. Pablo «suplica» a los creyentes de Roma que «luchen», «oren», «rueguen» para que Pablo lleve adelante su misión. ¿Estaba preocupado porque la gran suma de dinero fuese robada o hubiera algún desfalco? ¿Estaba preocupado Pablo porque no confiaban en él quie- nes habían recaudado la colecta o tenía miedo de no estar a la altura de las circunstancias? Nada de esto se percibe en el texto. La preocupación de Pablo es una y muy concreta: «que el socorro que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos» (Rom 15,31). Pablo contempla la posibilidad de que la colecta no sea aceptada. No está hablando en general de todos los creyentes de Jerusalén, sino de algunos a los que, paradójicamente, llama «incrédulos» o «desconfiados» (no se trata de increyentes, es decir, de no creyentes, sino de creyentes en Cristo, miembros de la comunidad de Jerusalén [cf. Rom 10,21; 11,30]). La tra- ducción «desconfiados», probablemente, hace más justicia al sentido que Pablo quiere dar a estos versículos. Pablo ha encontrado a lo largo de toda su etapa como misionero independiente, tras su marcha de Antioquía, oposición de sectores judaizantes de entre los creyentes en Cristo, que han intentado que su misión incluyera la incorporación de paganos al judaísmo a través de la circuncisión y del cumplimiento de la ley mosaica. Estos sectores son los que, probablemente, más se han opuesto a su visión de una Iglesia universal en la que par ticiparan, en igualdad, judíos y paga- nos sin circuncidar. Para los opositores de Pablo, era una clara violación del proyecto de Dios de una alianza con su pueblo y del deseo de que todos los demás pueblos terminaran acudiendo a Jerusalén como atraídos por una gran luz (cf. Is 42,6.16; 49,6; 60,3).
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